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Sinopsis de LOS SUICIDAS DEL FIN DEL MUNDO

Entre 1997 y 1999, una oleada de suicidios conmovió a la pequeña localidad petrolera de Las Heras, situada prácticamente en medio de la nada y perteneciente a la provincia argentina de Santa Cruz, en la Patagonia. La mayoría de los suicidas tenían alrededor de veinticinco años y pertenecían a familias modestas, oriundas de la zona. La periodista Leila Guerriero viajó a este desolado paraje patagónico, interrogó a los familiares y amigos de los suicidas, recorrió las mismas calles, siempre desiertas, y visitó cada rincón del pueblo. Entrevistó a los vecinos, preguntó a todo el que tenía una respuesta, una teoría que explicara el drama. El resultado es un relato descarnado que reconstruye los episodios trágicos de esos años al tiempo que pinta expresivamente la vida cotidiana de una comunidad alejada de las grandes ciudades.Las Heras, con su alta cota de desempleo debida a las oscilaciones de la industria petrolera y a la falta de futuro para los jóvenes, plantea un enigma todavía no resuelto: los suicidios, como un destino funesto, se suceden todavía hoy.Los suicidas del fin del mundo es, pues, una crónica inquietante que se lee con la fascinación de una novela y con el horror que suscita una realidad marcada por la indiferencia de los no implicados, los prejuicios y el hastío.

17 reseñas sobre el libro LOS SUICIDAS DEL FIN DEL MUNDO

Guerriero, a través de la narración de una ola de suicidios en un pueblo petrolero de la Patagonia, cuenta también el telón de fondo de la crisis que estalló en 2001, pero que años antes ya afectaba a las ciudades del interior del país. La autora tiene la capacidad de contar el pulso de una ciudad a través de las historias personales de los ciudadanos, con un estilo que hace muy difícil parar de leer,


Es desgarradora la narración objetiva de los hechos, entrelazados los relatos por las relaciones de los personajes. Muy bueno.


La periodista Leila Guerriero llega en el 2002, en medio de cortes de rutas y piqueteros, al pueblo de Las Heras, Santa Cruz. Allí se encarga de entrevistar a varias personas para intentar resolver un interrogante que no llega a responderse: ¿por qué se suicidaron los que se suicidaron? . Lo que sí quedan son diversas hipótesis: que existía una secta, que no había futuro para los jóvenes residentes de ese lugar, que tenían traumas de la niñez, que fueron golpeados, que eran golpeadores, que el trabajo petrolero arruinaba cualquier tipo de vínculo familiar, que estaban segregados, que el clima frío y ventoso no se soportaba. . Las crónicas abarcan las historias de doce suicidas, algunas en más detalle que otras. Las muertes se dieron todas de similar forma entre 1997 y 1999, situación que preocupaba a todo el pueblo, pero que al resto del país no llegaba ni como murmullo de una noticia. Incluso tiempo después de su viaje, ya en Buenos Aires, a Guerriero la mantienen al tanto sobre nuevos casos, mientras que, en la capital, de aquello no hablaba ni el loro. . Se trata de relatos reales contados a través de crónicas periodísticas sin dejar de lado una poética exquisita. Se trata de mostrar, lo que en palabras de la escritora fueron “dolores urgentes”, pero que precisamente el tiempo y las distancias dejaron ocultos.


Interesante crónica, corto y atrapante


La primer aclaración que debo hacer es que no es una novela tradicional, no hay trama , no hay bueno ,ni malo.Describe un hecho periodístico muy interesante , que es una ola de suicidios en una ciudad , de la Patagonia argentina.Esta muy bien escrito y me pareció interesante aunque, debo aceptar que no es para todo el mundo.


Entre 1997 y 1999, una ola de suicidios tuvo lugar en Las Heras, un pueblo petrolero en la provincia de Santa Cruz. Primero un chico, después una chica, y así sucesivamente. La mayoría de los muertos tenían un promedio de veinticinco años. De todas formas, no se hizo un registro de los casos. La periodista viaja al pueblo para investigar, entrevistando a familiares y amigos de los muertos, y recorriendo la ciudad, para poder reconstruir los hechos del pueblo. Aislamiento, desempleo, baja posibilidad de estudiar, son unas de las pocas cosas que sufren los jóvenes del pueblo, que es lo que los lleva a tener que luchar el día a día, siempre teniendo incertidumbre. Otro problema, que no afecta solo a los jóvenes, es el abandono por parte del gobierno, que trae sus problemas propios. Los datos y testimonios reunidos para el relato hacen visible la historia de un pueblo que se mantuvo oculta e informal. El relato une el historial del pueblo, los suicidios, de que se sustenta, como se vive; y la ambición de salir de el, o en algunos casos, el suicidio como destino. Una historia trágica transformada en novela que logra capturar e inquietar pero que hace entender a un pueblo abandonado.


“Las Heras es una ciudad del norte de la provincia de Santa Cruz, la más austral de la Patagonia argentina. Dos mil kilómetros la separan de Buenos Aires y ochocientos de la capital provincial, Río Gallegos, sede desde 1991 y hasta 2003 del gobierno de Néstor Kirchner, por entonces gobernador y ahora presidente de la República. Está allí -a mitad de camino entre la cordillera y el mar, 21 grados bajo cero en invierno, ráfagas de viento de 100 kilómetros por hora en otoño y primavera- desde 1911. Fue un centro acopiador de lanas y de cueros hasta que, en los años ´60, se descubrió a escasos kilómetros el yacimiento petrolífero Los Perales, que hizo de la provincia la segunda cuenca más importante del país y de la ciudad la sede administrativa de la empresa estatal YPF (Yacimientos Petrolíferos Fiscales). Así, a ese brote de cemento unido al mundo por la línea de asfalto de la ruta 43, llegaron miles de hombres solos a emplearse en la industria del petróleo, un trabajo duro pero cuyos sueldos triplican los 600 pesos mensuales (150 euros) que paga la mayoría de los oficios en la Argentina. Detrás de ellos llegaron pocas cosas: iglesias –una católica, varias evangélicas, Testigos de Jehová- y las putas a colocar su farol rojo, a ofrecer lo único que ofrecer se podía: la cerveza de a litro, el revolcón barato.” Es un libro de crónica, pero ha sido una de las lecturas más depresivas de mi vida, Leila Guerriero no exagera, tal vez por eso, al mostrar la realidad tal como es hace que uno se sienta tan mal. Este tipo de historias no son tapas de diarios, porque no son conocidos, porque queda lejos, porque no interesan, en el hipotético e improbable caso que fuera un periodista de Buenos Aires, se quedaría uno o dos días. Al cronista eso no le sirve, tiene que estar tanto tiempo como sea necesario para que la gente te conozca y genere confianza y se abra, para esos se necesita tiempo y paciencia. Como resultado tenemos este libro, impresionante desde lo periodístico, tremendo desde lo humano.


Los suicidas del fin del mundo es una crónica, no es una novela, aclaro esto porque no es un dato menor (tal como podemos leer en internet, la crónica literaria es un género narrativo contemporáneo, producto del acercamiento entre el periodismo y la literatura). En este caso se trata de una muy buena crónica, en la que Leila Guerriero, experimentada periodista y escritora, le da la voz a un puñado de habitantes de Las Heras, pueblo localizado al norte de la provincia patagónica de Santa Cruz y tristemente célebre por una serie de suicidios jóvenes en su gran mayoría sucedidos a fines de los años noventa. Propiciado por un clima intimista y utilizando un lenguaje llano, Leila Guerriero hilvana historias reales sobre hechos brutales; historias de vida dolorosas y crueles, contadas todas ellas por los pobladores entrevistados. Violencia de todo tipo pero siempre real, cotidiana y concreta, ejercida contra mujeres y niños; falta de oportunidades; soledad; aislamiento. El sabor que queda luego de la lectura es amargo, porque actualmente poco de todo esto ha cambiado. Convoco a leer este libro a todos aquellos que deseen conocer más de esta porción de la Patagonia profunda, de la meseta desértica, yerma, donde faltan los ríos, los lagos, las montañas, el verde de los bosques con los que solemos identificar a la Patagonia, esa meseta árida donde el viento hostil todo lo traspasa, de los pobladores que levantaron pueblos en esa inmensidad alejada de todo. Los suicidas del fin del mundo aporta una mirada despojada desde lo social, lo político y lo económico, contribuyendo a que conozcamos un poco más de ese sur ignorado e indómito. "Cuando me acosté, el ruido de las ventanas era un temblor profundo, una maldad interminable. Escuchando el batallar de aquellos vidrios pensé, con cierto alivio, que algún día me despertaría en otra parte, y todo eso habría terminado. Después pensé que lo mismo habían pensado tantos, y sus noches sin embargo eran tan largas". (cap. 6)


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FRASES DEL LIBRO LOS SUICIDAS DEL FIN DEL MUNDO

La argentinidad, pensé, es muchas cosas pero sobre todo ese gusto por poner las cosas del coger y del morir tan cerca una de la otra. Aquí se coge, aquí se muerte, y en el medio la vida, aunque allí estaba –y ya no está– el ferrocarril.


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