La historia y aventuras de dos niños de apariencia física idéntica: un mendigo que vive con su padre cruel y el príncipe, hijo de Enrique VIII de Inglaterra. "Y si yo pudiera vestirme una vez, dulce señor, como vos vais vestido; tan solo una vez Ah! ¿Te gustaría? Pues así será. Quítate tus andrajos y ponte estas galas, muchacho. Es una dicha breve, pero no por ello menos viva. Lo haremos mientras podamos y nos volveremos a cambiar antes de que alguien venga a molestarnos. Pocos minutos más tarde, el pequeño Príncipe de Gales estaba ataviado con los confusos andrajos de Tom, y el pequeño Príncipe de la Indigencia estaba ataviado con el vistoso plumaje de la realeza. Los dos fueron hacia un espejo y se pararon uno junto al otro, y, hete aquí, un milagro: no parecía que se hubiera hecho cambio alguno! Se miraron mutuamente con asombro, luego al espejo, luego otra vez uno al otro. Por fin, el perplejo principillo dijo: ¿Qué dices a esto? Ah, Vuestra Merced, no me pidáis que os conteste! No es conveniente que uno de mi condición lo diga. Entonces lo diré yo. Tienes el mismo pelo, los mismos ojos, la misma voz y porte, la misma figura y estatura, el mismo rostro y continente que yo. Si saliéramos desnudos públicamente, no habría nadie que pudiera decir quién eras tú y quién el Príncipe de Gales.
Uno de los primero libros que leí de niña, me pareció bello y deslumbrante, jamás lo he vuelto a leer, pero seguro lo haré próximamente, es el tipo de lectura que me dejó marcada en mi infancia.
“Voy a poner por escrito un cuento, tal como me lo contó uno que lo sabía por su padre, el cual lo supo anteriormente por su padre; este último de igual manera lo había sabido por su padre… y así sucesivamente, atrás y más atrás, más de trescientos años, en que los padres se lo transmitían a los hijos y así lo iban conservando. Puede ser historia, puede ser sólo leyenda, tradición. Puede haber sucedido, puede no haber sucedido: pero podría haber sucedido. Es posible que los doctos y los eruditos de antaño lo creyeran; es posible que sólo a los indoctos y a los sencillos les gustara y la creyeran.” (Prefacio de “El Príncipe y mendigo”) El príncipe y el mendigo fue publicado en 1881 cuando Mark Twain tenía 46 años de edad y se encontraba en la cumbre de su carrera. Difiere mucho del resto de sus obras. Ambientada en el siglo XVI, con gran atención a los detalles históricos, posee la gracia, el encanto y la irracional violencia común en los antiguos cuentos folclóricos. La decisión de Twain de ubicar su cuento en lugar y fecha reales, con un verdadero rey como su personaje central tuvo sus consecuencias: debió hacer uso de gran ingenio para hacer coincidir su relato sin dañar su argumento o nuestro sentido de la historia. En la búsqueda por lograrlo, descarga su crítica contra las leyes, la ignorancia, la superstición y la injusticia de la época. Al situar la obra durante los reinados de Enrique VIII y Eduardo VI consigue satirizar a la Corte y al mismo tiempo, plantear una moraleja acorde a su tiempo. Fue llevada al cine en 1937 y en 1977. En el año 2000 en versión para televisión y hay un par hecha para dibujos animados.
Tom Canty es el ejemplo de que la gente más ignorante es la más feliz, pero ignorante en el sentido de que no conoce una vida más allá de la miseria y de los palos que le pegan su padre y su abuela, pero es feliz con lo que tiene, luego es un esclavo feliz. Lo chocante viene cuando Tom se da el cambiazo con el príncipe Eduardo. Como es obvio, la madre de Tom no reconoce a su "hijo", pues este habla de una forma muy culta y tiene maneras muy refinadas, así que la madre le echa la culpa de la "locura" de su hijo a los libros que lee; es decir, si ella considera que su hijo se ha vuelto loco es por la lectura, y no por las palizas que le pega el padre, por ejemplo. Esa familia acepta que el maltrato es lo normal, y la cultura lo perjudicial. En unos tiempos como estos, en los que se habla constantemente del abuso de poder, de las injusticias contra los ciudadanos, y de la normalización de estos abusos, vale la pena leer una historia que ya denunciaba todo esto hace dos siglos
Siguió andando, ofendido, indignado y resuelto a no volver a exponerse a semejante trato; pero el hambre es el amo del orgullo.
Cuando sea rey, no solo tendrán pan y albergue, sino enseñanza con libros, porque la barriga llena vale poco cuando mueren de hambre la mente y el corazón.
De nada sirve una barriga llena si el intelecto y el corazón padecen hambre.
Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar la duda.