Herman Roth es un viudo de ochenta y seis años, un agente de seguros jubilado, conocido antaño por su genio, fortaleza y encanto, que lucha por su vida contra un tumor cerebral. En un portentoso acto de honestidad y sensibilidad, Philip Roth crea el que sin duda alguna es su mayor personaje: su padre, y lo hace en el marco de un relato impecable sobre la compleja relación que mantuvieron, sobre sí mismo, sobre la muerte y el temor que inspira.
Roth es uno de mis preferidos. Pero está novela es increíble. El valor simbólico de lo que es un patrimonio es notable. La muerte del padre, el lugar que uno ocupa como hije de ese padre. Notable.
Hasta yo conocía la evidencia, que no se puede tener padre para siempre (🥺)."
No hay que olvidar nada. Ése es el lema de su escudo de armas. Estar vivo, para él, es estar hecho de recuerdos. Para él, quien no esté hecho de recuerdos no está hecho de nada
Para él, los ascensos venían a ser una especie de degradación. Lo suyo era pasarse la vida superando las cuestas más empinadas.