Los siete locos, primera parte de un díptico que se completa con Los lanzallamas. En Los siete locos, Augusto Remo Erdosain, desesperado ante la falta de dinero y perspectivas, comete un robo en la compañía azucarera en la que trabaja. Erdosain se considera a sí mismo un inventor y justifica este primer delito como el medio para realizar su mayor anhelo: la rosa de cobre. Pero el robo culmina con la humillación cuando quede al descubierto. En busca de un préstamo para devolver el dinero, Erdosain se encuentra con el farmacéutico Ergueta, el primer loco, quien lo conducirá hasta el Astrólogo, líder de una revolución que pretende cambiar el orden social imperante a través de una despiadada revolución.
Wow, tenía otra imagen de lo que se podría tratar el libro pues pensaba que era un grupo de locos haciendo locuras, le atiné poco (creo que los lanzallamas se centrará más en eso, hablo desde la ignorancia) pero diablos, casi acabo deprimido por la crudeza, las charlas entre los personajes dando su parecer y por casi siempre lograr identificarme en alguna situación (ciertamente preocupante dado lo que trata, debo decir que pocas veces me pasa que me siento aludido con la ficción). Aún así la disfruté a la par de sufrir, en el sentido de lo que expresa obviamente, no en cómo lo expresa. La pondré para releer en otro punto de mi vida.
Una pintura descarnada y cruel, pero realista. No nos resultan ajenas las ideas delirantes de sus personajes, así como sus intenciones detrás de ellas. Pero, lo que más me impresionó fue el vacío existencial de Erdosain. Libro muy arduo, pero, vale la pena.
"Sí, llegará un momento en que la humanidad escéptica, enloquecida por los placeres, blasfema de impotencia, se pondrá tan furiosa que será necesario matarla como a un perro rabioso..."
"Erdosain descubrió un día en él la inquietud que hace ver los cielos soleados como ennegrecidos de un hollín que solo es visible para el alma que está triste"
Veía yo ahora que era algo mecánico, que cometer un crimen es sencillo, y que nos parece complicado a nosotros debido a que carecemos de la costumbre de él.
Les regalaremos la convicción de un futuro tan extraordinario, que todas las promesas de los sacerdotes serán pálidas frente a la realidad del prodigio apócrifo. Y entonces, ellos serán felices... ¿Comprenden, imbéciles?
"Afinaban los instrumentos y un silencio de expectativa acurrucaba a cada fiera en su rincón, mientras que una tristeza movía su oleaje invisible en esa atmósfera acuario."