Una hermosa reflexión estética acerca de la pasión, el amor ideal y la belleza. El propio Thomas Mann advierte que esta novela trata sobre «la pasión como desequilibrio y degradación». Gustav Aschenbach, «arroyo de cenizas» en alemán, es un escritor maduro que goza de reconocimiento. Llega a Venecia en busca de inspiración, pero también de llenar sus días con reflexiones estéticas en un entorno idílico. En el hotel coincide con Tadzio, un joven de polaco que se encuentra de vacaciones con su familia. El muchacho se convierte en objeto de deseo y adoración; un amor ideal e imposible basado en la contemplación estética y que llevará a Aschenbach a renunciar a todo, incluso a sí mismo.
Leí nuevamente La Muerte en Venecia, lo hice con un motivo más que justo; era necesario arrancar de mi cabeza las páginas turbias del libro de Miguel Ángel Oeste: Vengo de ese miedo. Del cual hablaré posteriormente. Y, es que, Thomas Mann, logra llevar a un nivel superior el regocijo terrenal por la belleza, aunque; para el protagonista esta sea inalcanzable. Cuantas veces nos encontramos en situaciones semejantes, en el cual el deseo se queda solo en eso. Y, no tiene que ser solamente el mero y prosaico deseo carnal. La necesidad del ser humano por poseer la belleza y atesorarla, nos lleva a nuestros límites creativos. Intentamos emular aquello que es perecedero y perpetuarlo de la mejor manera posible. No siempre se consigue. Por fortuna, la música, pintura, literatura, poesía, etc.; se acercan bastante y, con ello, nos permiten un atisbo, —breve— de las puertas del cielo. Por ello, leer este libro, ha servido como un paliativo para dar visto a un libro de páginas deleznables, no por malo, entiéndase esto; sino por atestiguar la abyección en la cual los seres humanos podemos caer.
Thomas Mann ha escrito en esta novela una oda a la belleza, a la pasión y al amor, describiendola con tanta belleza que casi la puedes palpar. La belleza de Tadzio y la pasión reverente de su seguidor solitario a través de Venecia, con sus reflexiones y argumentos no dejan indiferente a nadie. Me he maravillado leyendola. De lectura obligatoria.
Sin duda el Nobel bien merecido. Esta novela que página tras página te hace sebtir Venecia hasta asquearte de ella.
Leí con avidez esta novela corta, “La muerte en Venecia o Muerte en Venecia”, escrita en 1912, por el autor alemán Thomas Mann, y fue imposible suspender su lectura. La historia narra la sordidez existencial de Gustave Aschenbach, un famoso escritor alemán de edad madura que vive en Munich y una tarde, después de un paseo, de esos que buscan inspiración, decide realizar un viaje a Venecia, donde conoce a Tadzio, un adolescente que habrá de despertar en él un ímpetu e inspiración nuevos, y hasta una pasión extraña y avasalladora. Al final, acontece una tremenda peste en la ciudad y Aschenbach muere, dando con ello fin a las ilusiones engendradas en la profundidad de su mismo drama interno, en su inesperada e irracional adoración por Tadzio, y su intento de acercarse al joven, lo que nunca ocurre. Una muy buena novela corta que se lee de un tirón. ****
La belleza se siente, se bebe, se vive. Este maravilloso tributo, o idealiza novela, no podría ser visto de otra manera. Aunque en algunas partes se lee una angustiante persecución de un joven, casi niño, las fieles descripciones del momento, del lugar son excelentes.
El fin de semana tuve el placer de releer este pequeño libro de Thomas Mann, una joya que en su momento había leído muy como al pasar y que esta vez, y gracias a la recomendación y entusiasmo de la profesora Bárbara de @escola_de_literatura leí con detenimiento y prácticamente tomando notas, subrayando y marcando cada página. La historia es sencilla: Aschenbach es un talentoso y consagrado escritor ya entrado en años que decide tomarse unas vacaciones y cambiar de aires. Así que se va a Venecia buscando distraerse con la belleza de su paisaje y cultura. Pero desde el comienzo sentimos, y va sintiéndolo él también, qué hay algo soterrado, un augurio fatal que toma formas y se le presenta de continuo. Esta sensación lo moleta y le hace vacilar respecto a la decisión de su destino. Hasta que una noche vislumbra a Tadzio, la joven encarnación de la belleza y la perfección, un ser que con su mera existencia lo confrontará consigo mismo y lo llevará en un viaje de introspección y descubrimiento, otorgándole una nueva visión. Tadzio será objeto de deseo prohibido, herramienta de inspiración y conductor insospechado de la travesía que emprenderá el propio Aschenbach hacia una reinterpretación del arte y sus cometidos como creador. Un libro bellísimo, una oda exquisita y delicada sobre la belleza, sus dones y sus demonios. […] Porque la Belleza, Fedro mío, y solo ella es a la vez visible y digna de ser amada: es, tenlo muy presente, la única forma de lo espiritual que podemos aprehender y tolerar con los sentidos […]
Deseaba ardientemente llegar a viejo, pues siempre había creído que sólo es verdaderamente. grande y realmente digno de estima el artista a quien el destino ha concedido el privilegio de crear sus obras en todas las etapas de la vida humana.
Fue un ademán de bienvenida; un gesto alegre y lánguido, lleno de indeciso placer.
La soledad hace madurar lo original, lo audaz e inquietantemente bello, el poema. Pero también engendra lo erróneo, desproporcionado, absurdo e ilícito.
"Los sentimientos y observaciones del hombre solitario son al mismo tiempo más confusos y más intensos que los de la gente sociable; sus pensamientos son más graves, más extraños y siempre tienen un matiz de tristeza".
Viajar no había sido para el sino una medida higiénica que aún en contra de su voluntad, era preciso adoptar de tanto en tanto.
Imágenes y sensaciones que se esfumarían fácilmente con una mirada, con una risa, un cambio de opiniones, se aferran fuertemente en el ánimo del solitario, se ahondan en el silencio y se convierten en acontecimientos, aventuras, sentimientos importantes.