Relata las peripecias de Alain, Ramón, Charles y Calibán, cuatro amigos que viven en París, litigando con sus éxitos y sus fracasos. Proyectar una luz sobre los problemas más serios y a la vez no pronunciar una sola frase seria, estar fascinado por la realidad del mundo contemporáneo y a la vez evitar todo realismo, así es La fiesta de la insignificancia. Quien conozca los libros anteriores de Kundera sabe que no son en absoluto inesperadas en él las ganas de incorporar en una novela algo «no serio». En La inmortalidad, Goethe y Hemingway pasean juntos durante muchos capítulos, charlan y se lo pasan bien. Y en La lentitud, Vera, la esposa del autor, dice a su marido: «Tú me has dicho muchas veces que un día escribirías una novela en la que no habría ninguna palabra seria... Te lo advierto: ve con cuidado: tus enemigos acechan». Pero, en lugar de ir con cuidado, Kundera realiza por fin plenamente en esta novela su viejo sueño estético, que así puede verse como un sorprendente resumen de toda su obra. Menudo resumen. Menudo epílogo. Menuda risa inspirada en nuestra época, que es cómica porque ha perdido todo su sentido del humor. ¿Qué puede aún decirse? Nada. ¡Lean!
tenemos que hacer, con qué llenar nuestro tiempo. Somos magníficamente manipulables porque no miramos nada a través de nuestros propios ojos. Cada libro de MilanKundera exige mirar hacia dentro y hacia fuera desde dentro. Exige enfrentarnos a la superficialidad de la sociedad, a las obsesiones, a la naturaleza del tiempo, de la memoria, la identidad, la sexualidad y la muerte.Y todo ello debería hacernos reflexionar y comprender, como bien dice el autor, que desde hace mucho ya no nos es posible cambiar el mundo ni detener su pobre huida hacia delante. Que solo hay una resistencia posible: no tomarlo en serio. “La insignificancia, amigo mío, es la esencia de la existencia. Está con nosotros en todas partes y en todo momento. Está presente incluso cuando no se la quiere ver: en el horror, en las luchas sangrientas, en las peores desgracias. Se necesita con frecuencia mucho valor para reconocerla en condiciones tan dramáticas y para llamarla por su nombre. Pero no se trata tan solo de reconocerla, hay que amar la insignificancia, hay que aprender a amarla.”¡Qué gran juego de luces es su ironía Sr. Kundera!
Es surrealista, a la hora de retratar el lado más absurdo de la sociedad. Por supuesto está muy presente el erotismo, y la insignificancia a la que alude el título como esencia de la existencia.Utiliza el humor como forma de enfrentarse al mundo, y reflexiona con enorme solidez la visión de que la fe no sobrevive a un análisis crítico.
No podíamos subvertir el mundo. La única resistencia que nos quedaba era no tomarlo en serio.
Sentirse o no sentirse culpable. Creo que todo radica en eso. La vida es una lucha de todos contra todos.