La novela con la que Murakami creó la nueva mitología de nuestro tiempo.Un joven publicista ha publicado, en una de sus campañas, una fotografía, aparentemente anodina, que lo ha puesto en la mira de un influyente grupo industrial. Y es que en la fotografía aparece un rebaño de ovejas y carneros en un prado, pero uno de esos carneros tiene un poder muy especial. La monótona y en absoluto extraordinaria vida del joven, fumador empedernido y recién divorciado, da una insospechada vuelta de tuerca, pues debe embarcarse en una extraña búsqueda: tendrá que viajar al norte de Japón para encontrar a toda costa a ese peculiar carnero, pues le va en ello la vida. Si a esa línea argumental se le añaden una misteriosa joven con unas orejas exquisitas, un amigo huido (el entrañable «el Rata»), un político conservador, un profesor obsesionado con los ovinos y un maniaco-depresivo disfrazado de chivo (el Hombre Carnero que aparecerá en Baila, baila, baila), esta novela se convierte en una de las más singulares obras maestras del más célebre autor japonés de la actualidad.
Libro lento al inicio, bastante bueno al final. Con la misma línea general de los libros de Murakami
Una historia desopilante con una mirada crítica a ciertos sectores ideológicos. Un estilo introspectivo, melancólico y con pinceladas de humor que hacen que sea muy difícil dejar el libro una vez que se lo empieza.
No lo entendí para nada. Igualmente creo que lo importante de los libros de Murakami es la historia, pero no el final, el cual nunca es definitivo o la historia queda con muchos cabos sueltos. Sin embargo este libro, si bien me atrapó por momentos con su personaje de carnero, la chica de las orejas o el ratón, creo que ni siquiera entendí el mensaje final, quizás no lo hubo.
En una ciudad donde pululan más de diez millones de seres humanos , sólo había dos personas a quienes pudiera llamar . Y , para colmo ,estaba divorciado de una de ellas.
El tren llevaba dos coches , y los pasajeros éramos unos quince en total , lo único que vinculaba a las personas que viajábamos en aquel tren era el poderoso lazo de indiferencia y tedio .
Hay sueños simbólicos , y hay una realidad simbolizada por tales sueños . O bien , hay una realidad simbólica y hay sueños simbolizados por la realidad.
Cierto autor ruso escribió que aunque el carácter pueda cambiar , la mediocridad no tiene remedio.
Hay cosas de las que uno se olvida, otras desaparecen y otras mueren. Y no hay prácticamente nada de trágico en ello.
—¿Por qué crees que me infravaloro? —pregunté. —Porque solo vives en una de tus mitades —afirmó ella—. Tu otra mitad permanece intacta en alguna parte.