Narra tres prodigiosos meses donde Douglas Spaulding saborea las sorpresas rituales de un verano: el descubrimiento de la vida y la muerte, el último tranvía, la limpieza de las alfombras, la aparición de las hamacas en los porches, la cosecha del vino del estío... pero también máquinas y magias extraordinarias: la Máquina de la Felicidad que casi destruye la felicidad de su inventor; la Máquina Verde, que pasea a dos viejas señoras por las calles del pueblo; la Máquina del Tiempo en el cuerpo de un viejo coronel; la Mujer Máquina, la terrible y fabulosa Madame Tarot.
Entre usted y yo, los viejos nos guiñamos el ojo y sonreímos, diciendo: ¿te gusta mi máscara, mi actuación? ¿No es la vida una comedia? ¿Interpreto bien?
"—Querida mía —había dicho el señor Bentley—, nunca entenderás el tiempo, ¿no es verdad? Siempre intentando ser lo que fuiste, en vez de ser lo que eres. ¿Para qué guardas esos billetes y esos programas de teatro? Te harán daño más tarde. Tíralos, querida."
"—Aunque no esté despierto —dijo el señor Jonas—, me gustaría hablarle. A veces lo que se oye en sueños importa más. Uno escucha mejor."
La guerra no es algo que se gana, Charly. Uno pierde siempre y el que pierde último pide condiciones. Todo lo recuerdo es un montón de derrotas y penas y nada bueno sino el fin.
"...había días que eran sólo un aroma, y el mundo entero entraba y salía por la nariz."
"—Los sandwiches al aire libre ya no son sandwiches. No saben como entre cuatro paredes,"