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Sinopsis de DIARIO DEL AÑO DE LA PESTE

Esta obra, escrita en 1722, recorre la vida de una de las principales ciudades de Europa, Londres, en uno de los momentos más terroríficos de su historia: la peste bubónica que cayó sobre la ciudad en 1666 y que causó la muerte a unas cien mil personas. En el libro, escrito por Daniel Defoe basándose en documentos históricos y en sus propias vivencias de niño, asistimos a un escenario aterrador: una tierra desolada, baldía, abatida por el hambre y el temor al contagio. El autor aporta numerosísimos datos, recuentos y estadísticas oficiales que dan una dimensión de la tragedia que sacudió a la capital del Reino Unido, lo que sitúa esta obra a mitad de camino entre la novela y la crónica periodística.

9 reseñas sobre el libro DIARIO DEL AÑO DE LA PESTE

El año es 1665 y el diario es un relato ficticio, pues el autor era apenas un niño cuando Londres sufrió el azote de la peste. Pero el autor era un periodista con gran experiencia cuando decidió escribirlo y dedicó mucho tiempo a la investigación de lo ocurrido en aquel nefasto año, por lo que el diario cita constantemente libros e informes escritos por los cronistas de la época y también datos concretos sobre los contagios y las defunciones que se iban registrando semana a semana en cada iglesia. Han pasado más de 350 años entre esa pandemia y la que vivimos actualmente, pero es sorprendente cómo algunas cosas no cambiaron. Por ejemplo, las medidas adoptadas para intentar frenar los contagios son muy parecidas a las que se tomaron ahora en todo el mundo. La peste bubónica era mucho más contagiosa y letal que el Sars COV2 y prácticamente toda la vida londinense se detuvo drásticamente en cuestión de semanas: cerraron los comercios, la gente huyó al campo, nadie entraba a la ciudad y prácticamente ningún barco inglés podía anclar en otros puertos pues todos temían el contagio que no se sabía exactamente cómo se daba. Ahora sabemos que la enfermedad se transmitía mediante la picadura de una pulga, pero entonces se pensaba que el simple olor que emanaba una persona enferma ya transmitía la enfermedad, y que esta podía permanecer latente en los objetos y en las personas por tiempo indeterminado, por lo que las cuarentenas (cuarentenas en serio, de 40 días, no las que tenemos hoy) no eran una garantía de nada. También ocurría que la gente evadía los controles que se ponían cuando una casa era clausurada al presentarse un caso, y escapaban para seguir con sus vidas o para mudarse a otras casas llevando la peste con ellos. Existían los asintomáticos, que se convirtieron en un verdadero peligro para la población. La peste se hacía evidente cuando la gente mostraba síntomas en su piel, desde los grandes y dolorosos bubones que aparecían en cuello, ingles y sobacos hasta diminutas manchas de gangrena que apenas podían distinguirse. Cuando el enfermo no se apercibía de ellas ni lo hacía nadie más y al no tener otros síntomas, nadie sospechaba que tuviera la enfermedad hasta que caía repentinamente muerto en medio de la calle. Para entonces ya era imposible calcular con cuántas personas se había relacionado. Quienes ofrecían curas milagrosas y presagios campaban a sus anchas hasta que la enfermedad acabó con ellos. Los doctores daban constantes recomendaciones sobre los cuidados a tener en cuenta, y muchos hacían caso omiso de ellos. Los cultos religiosos no se detuvieron en ningún momento, aunque salir a misa implicara volver a casa con la enfermedad y que toda la familia estuviera muerta en el lapso de una semana. Los carros de los sepultureros recorrían las calles recogiendo los cadáveres que las familias debían sacar a la calle o que ellos debían entrar a sacar de las casas cuando ya no quedaba nadie para hacerlo y las fosas comunes se cavaban y completaban con cientos de muertos en cuestión de pocos días. Ni ricos ni pobres escaparon a la peste, que en poco más de un año cobró la vida de 100.000 personas aproximadamente. Defoe, o al menos el personaje que crea para narrar el diario, no estaba seguro de dicha cifra pues las primeras muertes fueron “enmascaradas” bajo otras causas y cree que muchas otras no fueron contabilizadas pues en el momento más álgido de la pandemia el caos era tan grande y faltaba tanta gente para hacerse cargo de esto que la contabilidad de los muertos no era segura. Por ejemplo, relata que los propios sepultureros caían muertos dentro de las fosas cuando llegaban con los cadáveres que habían transportado, que mucha gente que salió de sus hogares, sobre todo gente pobre que debía dejar la casa donde trabajaba y no tenía adónde recurrir, deambulaba por las calles enferma, salían a los caminos que rodeaban la ciudad y morían en los bosques o se arrojaban al Támesis. La finalidad del relato extenso de esta reseña es la de compartir con ustedes la sorpresa que supuso encontrar tantas similitudes con lo que vivimos hoy en día, donde hasta las mismas preguntas que se hacen los expertos y la población ya se habían planteado en otro contexto, la inseguridad de estar ante una enfermedad nueva, el temor y la ignorancia, y también la solidaridad son tan parecidas. El «Diario del año de la peste» es la crónica más completa y conocida de la peste de Londres de 1665, más incluso que las escritas por personas que lo vivieron y documentaron, y aunque pueda parecer un relato lento es de una minuciosidad sorprendente. Un libro escrito con inteligencia que hoy podemos comprobar cuán vigente continúa siendo.


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Calificación General: 7,7Por leer

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FRASES DEL LIBRO DIARIO DEL AÑO DE LA PESTE

se habían celebrado varias reuniones para estudiar los medios de evitar la reaparición de la enfermedad; pero todo se mantuvo muy secreto. Fue así que el rumor se desvaneció y la gente empezó a olvidarlo, como se olvida una cosa que nos incumbe muy poco y cuya falsedad esperamos


Publicado porEdd62

Fue así que el rumor se desvaneció y la gente empezó a olvidarlo, como se olvida una cosa que nos incumbe muy poco, y cuya falsedad esperamos.


Publicado porNines65

Mi amigo el doctor Heath decía -y la experiencia lo probaba- que la enfermedad seguía siendo tan contagiosa como antes y que el número de casos era el mismo; lo único que afirmaba es que causaba menos muertos.


Publicado porNines65

Y añadió que empezaba a tener esperanzas, e incluso más que esperanzas: la crisis de la infección había pasado y ésta, señaló, se iba. Y las cosas ocurrieron así. El registro de la semana siguiente, la última de septiembre, indicó una disminución de dos mil, por lo menos.


Publicado porNines65

“En verdad, no debe uno sorprenderse ante estos hechos; el peligro de una muerte inmediata desterraba todo sentimiento de amor, toda inquietud por el bien de los demás”


Publicado porAlejoCeron

“Otros lo achacaban a la corrupción de la naturaleza humana, que no puede tolerar verse a sí misma en una situación más desgraciada que la de otros seres de su misma especie, y abriga una especie de deseo inconsciente de que todos los hombres sean tan infelices (…)”


Publicado porAlejoCeron