Esta novela-diario-relato de viaje tiene las tres virtudes que hacen a un buen libro: se devora, perturba, calienta. Con desparpajo y ternura, Juan Sklar desarma los tópicos del viaje a la India y encuentra ahí mística y sexualidad, consumo y muerte, neurosis y belleza raspada: una India que es el espejo irónico de un argentino que quiere saber quién es.” Santiago Llach“Nunca llegamos a la India es una novela de viaje hacia afuera y hacia adentro, pero libre de los lugares comunes de las historias de autoconocimiento. Acá hay frescura, honestidad y dolor. Y acción. Y sexo. En las historias de Juan Sklar, afortunadamente, siempre hay algo —o alguien— que se está moviendo.
Un libro diferente que desvela una realidad y cultura completamente distinta a la occidental. Creo que lo sabroso del libro está al final, pero como siempre, no hay buen final sin un principio que lo sustente
Comienza como una novela joven y adolescente de un alocado viaje a la india con sexo, drogas y meditación, para posterior dar un vuelco en un final un poco precipitado.
Un viaje en libro, una aventura en constante búsqueda. Dosis de amor, drogas y sexo en un relato intenso que se mezcla además con referencias al pasado y la relación del autor con sus padres y su propia vida. Un interesante viaje con mochila por la India y sus contradicciones.
Lectura sencilla, clara y muy bien escrita, en forma de diario de viajes. Súper recomendable, con giros inesperados.
Nunca conocí a Fausto (...) Sé que es bueno en lo que hace y que ella lo admira. Nunca se me ocurrió criticarlo. Hablar mal de él sería hablar de mí. La medida de mí hombría está dada por la calidad del hombre al que le robo la mujer.
"Me encerré a llorar, a gritar y a insultar a todos los dioses y a todos los indios. Cuando todo el odio salió, entendí. No me transformé para curarme. Me enfermé para transformarme.
En la literatura nadie está realmente vivo pero, sobre todo, nadie está muerto.
Mentir. Siempre hay que mentir. Tarde o temprano, con cosas grandes o pequeñas. Ser honesto no es una opción. O sí lo es, pero a costa de ser desagradable.
La cabeza se me llenó de ideas sobre cómo el dolor de la pérdida irreparable hace que los humanos inventen historias de ficción reconfortantes, artísticas o religiosas. Pensé que otros rezan como yo escribo.
En la literatura nadie está realmente vivo pero, sobretodo, nadie está muerto