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Sinopsis de LAS AVENTURAS DE LA CHINA IRON

Radiante, luminoso. El desierto es un prisma de perros, cardos, polvo y cielo. La China Iron acompaña a Liz, una inglesa que va tras su marido llevado por la leva. Ella, en cambio, no busca a Martín Fierro, ese gaucho que se la ganó en un partido de truco. La China escapa. Y es su viaje exploración: de la textura de la seda, del sabor del té, del sofoco en que estalla el sexo. Descubre palabras. Sonidos nuevos para cosas que antes no existían. Pasan del desierto al fortín, un experimento social que intenta transformar a una masa de criollos brutos en los ciudadanos industriosos que pide la Nación. Pero será en las tolderías que la China y su feliz comitiva encontrarán el Paraíso. También allí, Gabriela Cabezón Cámara reanima su pertinaz aventura literaria: la de fundar un mundo libre, en el que las criaturas se abracen por deseo y gocen el mismo amor de ríos, pájaros y árboles. Y no se sientan solas jamás. «El estilo de Cabezón Cámara es inconfundible, y eso se puede decir de pocos escritores en la literatura argentina. Sólo queda esperar que su ritmo gozoso y sus frases cultísimas y, al mismo tiempo, reventadas se repitan hasta olvidar el nombre de la autora, como se dice un verso de tango o del mismo Martín Fierro.» María Moreno, ‘

21 reseñas sobre el libro LAS AVENTURAS DE LA CHINA IRON

"Le pedí a Liz que agarrara las tijeras y me dejara el pelo al ras, cayó la trenza al suelo y fui un muchacho joven, good boy me dijo ella acercó mi cara a la suya con las manos y me besó en la boca. Me sorprendió, no entendí, no sabía que se podía y se me había revelado como una naturaleza, ¿ por qué no iba a poderse?" Gabriela Cabezón Cámara toma el personaje de la china de Martín Fierro y le da vuelo propio. Escapando de Fierro huye con Liz, una inmigrante escocesa hacia el interior de la provincia en busca del marido de ésta. En el trayecto de este viaje va viviendo diferentes experiencias lo que la lleva a darse cuenta que otra vida, más libre es posible. En el camino se cruzan con Rosario, un gaucho desertor, el cual les sirve de guía y de estreya, un perrito. Encantadora novela, con un humor desopilante a veces, busca desmitificar el mito del Martín Fierro. Altamente recomendable.


Historia poderosa, provocadora, con mucha potencia femenina, genera incomodidad a la vez que conmueve. De que va la historia? De la china, mujer de Martin Fierro, que luego de la muerte del gaucho cobra cuerpo y voz y nos arrastra en una hermosa experiencia. Gran autora Cabezón Cámara.


Creo que el libro se puede leer de dos maneras: por la historia en sí y por las intertextualidades que propone. La prosa es un poco cargada pero eficaz para lo que comunica y la historia es realmente atrapante. Después, los juegos literarios que propone, la mezcla de personajes ficticios y reales y los desafíos desde el género hacen que la historia sea enriquecedora desde muchas perspectivas. Creo que estamos ante una grandeza, habrá que ver cómo madura con el tiempo.


La China, ese territorio tan brutal En aquel punto donde el deseo cabalga incontenible, en ese punto quiero ser otra. Nacha Ortigoza A contrapelo de las modas efímeras enfocadas en el versionado mercadotécnico sin contenido, “Las aventuras de la China Iron” nos abre un juego al descubrimiento de la gauchesca escondida de las pampas y nos infunde unas ganas inmensas de vivir explorando. Josefina es el nombre elegido por Elizabeth, una británica que sigue los pasos de su marido, para bautizar a la niña adolescente que el gaucho Martín Fierro supo abandonar a su suerte, forzado por la súbita captación del gauchaje por parte del Ejército Argentino en su conquista atroz del desierto. Y así como le elige un nombre, como si estuviera agrupando las letras una detrás de otra, casi como acariciándolas, del mismo modo elige una forma de descubrimiento del amor para Josephine Star Iron: la prepara, la envuelve, la acomoda, la perfila, la delinea, la caldea, la enturbia, la esboza. La va deshojando como a una margarita silvestre en el recorrido de la llanura interminable, la bosqueja hasta llenarla de expectación, y una vez llegado al punto en el cual dejar la cosa un minuto más en el fuego implicaría quemar el manjar, se la sirve en su propia cama. Liz es para Josephine lo que la China es para la inglesa: un banquete carnoso y crujiente que se come con los dedos, los mismos dedos con los que cada una se adentra en la carne de la otra, dejándose humedecer para ser devorada. Gabriela Cabezón Cámara le quita el velo a la historia de Martín Fierro y la lleva a un nivel en el cual la diversidad es gozo y carnaval. ¿Puede la China dejarse arrastrar por Liz al desierto más inmenso? Sí. ¿Puede Liz desear a su marido y proseguir la búsqueda de la tierra prometida mientras ve nacer un nuevo deseo? Sí. ¿Puede Josefina, una niña que deja dos hijos a sus espaldas, verse inducida a un universo desconocido, tan bestial como luminoso? Sí. ¿Puede retratarse la barbarie de las estancias, con los patrones tomando posesión de hombres y mujeres? Sí. ¿Puede un gaucho poronga como Fierro esconder algún secreto a sus espaldas y tener muchos otros esperándole en el camino? También. A la travesía incierta de la pampa inexplorada, Gabriela Cabezón le va dejando por el camino sus criaturas en carne viva: Estreya, un perro abandonado que descubre el disfrute de las caricias nuevas; Rosa, un gaucho que vaga por la vastedad arriando ganado, casi como un Quijote telúrico en la planicie; el coronel Hernández, sobre el que expele el veneno de la sospecha. Y todo lo hace dejando caer su poesía con un toque de descuido… “Se bañó ella misma, esa piel tan pálida y pecosa que tiene, el pubis naranja, los pezones rosas, parecía una garza, un fantasma hecho de carne.” “En los días despejados se descomponen en un prisma temporal, quebrados en rojos, violetas, naranjas y amarillos al amanecer y bajo esos rayos, que a la tierra llegan dorados, el poco verde del suelo toma un relieve tierno y brillante y toda cosa que se yerga, una sombra larga y suave.” Esa poesía está presente a lo largo de toda la novela, por momentos escamoteada, polvorienta como el camino, por momentos exuberante como el derroche de la propia naturaleza. Los momentos de mayor brillo en la voz de Cabezón Cámara pasan sin dudas por el desplazamiento de la carreta por el campo, en hacernos imaginar con una perspectiva levemente erguida el hamacar de los pastizales, los cielos que se abren a la mirada, los insectos que muerden la piel, los aves volando en bandadas mientras dibujan figuras en el aire. La vida de la estancia, opulenta a expensas del sufrimiento de la peonada a la que se le debe eternamente el jornal, es abandonada para adentrarse en la Patagonia, una Patagonia que se la cuenta pero no se la nombra. Allí también despliega su maestría Gabriela Cabezón, obligándonos a contar nuestros pecados, aunque sin ponerle nombre. Luego, adentrada la carrera, ese universo andante e interminable, en el territorio de los indios, Cabezón Cámara nos pega una última estocada, como hacen esos nuevos hermanos indios con los animales que les sirven de alimento: la cacique Kauka y un Fierro con trenzas largas, se convierten en personajes tan ambiguos como entrañables y si nos da ganas de besar, de llorar y de ser tocados, no deberíamos sentir vergüenza. Así como los ríos de la llanura se bifurcan a partir de una naciente, así deberían multiplicarse las diversas maneras del amor en la geografía pura. El final es festival y regocijo, un pueblo que inaugura su nombre, que se muda en procesión al Litoral (una vez más, innombrado), que se adapta a sus formas, a sus seres, a sus frutos. Luego sobreviene la vida fresca y lozana en los ríos y canales, en sus cursos espejados. Los Iñchiñ son espíritus difusos, ocultos en la niebla, como se oculta Josefina entre los brazos de Liz. Felix Taborda Puente Historiador Literario 26-SEP-2023


"La falta de ideas me tenía atada, la ignorancia. No sabia que podía andar suelta, no lo supe hasta que lo estuve." Quedé encantada con ésta novela.


Ya se reseñó bastante sobre la historia y la intertextualidad presente en su estructura. Puedo agregar que con este libro, acaso en contrasentido, no se viaja a carreta sino mucho más rápido. Puro ritmo 🥁🥁🥁 hasta el final. Qué manera breve de reunir en párrafo o frase una extensa forma de ser! De ser hombre: de trasmutar con el ambiente. De ser animal. "En el verano me hundí. En las moras que colgaban de los árboles rojas y llenas de sí. En cada árbol me hundí. Y supe de la volubilidad de mi corazón, de la cantidad de apetitos que podía tener mi cuerpo: quise ser la mora y la boca que mordía la mora." No concluyo bien si no digo que Estreya fue ojo de agua de idea suave y tierna que conmueve y alegra hasta el centro.


De muy fácil lectura. La historia de un viaje o de viajes en cuerpo y alma.


Lectura de una riqueza dialéctica preciosa. Un despertar de sensaciones en cada página. Hermoso libro y muy fácil de leer.


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FRASES DEL LIBRO LAS AVENTURAS DE LA CHINA IRON

lejos de la tapera que había sido mi casa, el mundo se me hacía paraíso


Publicado porLector de Colectivo