Un libro capital, referencia para entender los desvaríos de un siglo devastador. Testimonios de nuestro pasado reciente, escrito por un europeo empapado de civilización y nostalgia por un mundo, el suyo, que se iba desintegrando a pasos agigantados. Escritor extraordinariamente popular y testigo de excepción de los cambios que convulsionaron la Europa del siglo XX entre las dos guerras mundiales, Zweig recuerda, desposeído y en tierra extrañaen unas circunstancias personales de insospechado dramatismo, los momentos fundamentales de su vida, paralela en mucho a la desmembración de aquella Europa central que se quería más libre y segura, al abrigo de la locura y la tormenta.
No puedo describir la suerte que he tenido cuando este libro me encontró. De lo más elegante, bien escrito y profundo que he leído.
He aquí, pues, lo que diferenciaba, para bien, la Primera Guerra Mundial de la Segunda: la palabra todavía tenía autoridad entonces. Todavía no la había echado a perder la mentira organizada, la “propaganda”, la gente todavía hacía caso de la palabra escrita, la esperaba.
"Pero toda sombra es, al fin y al cabo, hija de la luz y solo quien ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caída, solo este ha vivido de verdad."
Sin miedo alguno pensaba en la muerte pero no me venía a la cabeza ni las más remota imagen de lo que aún me estaba reservado por vivir: expulsado, perseguido y despojado de patria, que mis libros acabarían quemados y mi nombre, estigmatizado en Alemania como el de un criminal.
Si hoy, reflexionando con calma, nos preguntamos por qué Europa fue a la guerra en 1914, no hallaremos ni un solo fundamento razonable, ni un solo motivo. No era cuestión de ideas; no sabría explicarlo de otro modo sino por el exceso de fuerza.
Antes de 1914 la Tierra era de todos. Todo el mundo iba a donde quería y permanecía allí el tiempo que quería. No existían permisos ni autorizaciones. Me divierte la sorpresa de los jóvenes cuando cuento que antes de 1914 viaje a India y EEUU sin pasaporte. Jamás había visto uno
Cuando se cierra una puerta al diablo, éste suele forzar la entrada por la chimenea o por una puerta trasera.