Cuenta la historia de Tōru Okada, adentrando al lector en un mundo donde la realidad se encuentra con la fantasía «Desde una arboleda cercana llegaba el chirrido regular de un pájaro, un ric-ric, como si estuviera dándole cuerda a algún mecanismo. Nosotros hablábamos de él como del pájaro-que-da-cuerda…» Haruki Murakami es uno de los novelistas japoneses contemporáneos con mayor prestigio en su país. Pero hablar aquí de literatura japonesa sugiere siempre un mundo exótico, ajeno por completo al nuestro. Sin embargo, Murakami no sólo está considerado ya en Occidente un autor de culto, sino que su extensa obra narrativa ha roto fronteras y la crítica mundial lo sitúa entre Mishima y Pynchon. Era, pues, imprescindible darle a conocer definitivamente también en nuestra lengua. Tooru Okada, un joven japonés que acaba de dejar voluntariamente su trabajo en un bufete de abogados, recibe un buen día la llamada anónima de una mujer. A partir de ese momento la vida de Tooru, que había transcurrido por los cauces de la más absoluta normalidad, empieza a sufrir una extraña transformación. A su alrededor van apareciendo personajes cada vez más extraños, y la realidad, o lo real, va degradándose hasta convertirse en algo fantasmagórico. La percepción del mundo se vuelve mágica, los sueños son realidad y, poco a poco, Tooru Okada deberá resolver los conflictos que, sin sospecharlo siquiera, ha arrastrado a lo largo de toda su vida.
Tercera obra de Murakami que leo. Impresionante narrador, en este caso, con una buena novela donde los límites de la realidad y de la fantasía no están tan claros. Básicamente una historia de amor al estilo Murakami. Ricos y divertidos personajes pero la trama me dejó sabor a poco . Mi humilde opinión.
Murakami lo consigue siempre, una novela extensa que llegó a mis manos como un obsequio querido. Y es que, a pesar de sus novecientas páginas viajé una tras otra como un torbellino. Una extraña desaparición, personajes misteriosos y un montón de historias desenvueltas en escenarios perfectamente descritos. Tooru se convirtió en mi cómplice hasta descifrar el misterio que sin saberlo, discretamente me había hecho crecer un poco.
Es mi libro favorito de Murakami. Una obra maestra. Historia extensa y compleja. Escenas tan bien narradas que te ponen la carne de gallina, es como si lo vieras en una pantalla de cine, muy gráfico. Y, sobre todo, tiene esa atmósfera del universo Murakami, la sensación de que lees algo muy extrañon y cotidiano a la vez. Si te gusta Murakami este libro es de lectura obligada.
Es el primer libro de Murakami que leí y creo que será el último. Su ritmo lento, su mal llamado “realismo mágico” , sus personajes inconexos, la falta de una historia, lograron que el libro no pudiera atraparme. Ya qué escucho hablar mucho de lo exquisito de su escritura, me pregunto si no será culpa de la traducción que no haya encontrado dicha exquisitez
El primer libro de Murakami que llegó a mis manos. A mi criterio el más flojo del autor. No me gustó la primera vez que lo leí, pero me dejó con ganas de mas, tuvo algo que me cautivó y me llevó a leer toda la obra de Murakami publicada y las obras que fueron publicadas posteriormente. Hasta convertirse en mi autor favorito. El libro puede parecer largo y lento. Hay que darle tiempo.
El amor, la infelidad , la política aparecen como temas en una obra de apariencia sencilla y de lectura rápida. Murakami propone que acompañemos a Tooru Okada - personaje principal- a resolver conflictos que ha arrastrado toda su vida sin percibirlo. Se trata de una obra donde todo es posible. Mundos paralelos, metáforas e interrelaciones intertextuales que requieren atención.
Todo está interrelacionado con la complejidad de un rompecabezas tridimensional en el que la verdad no siempre es real y la realidad no siempte es verdadera.
(...) el libre albedrío del hombre no existía. Las personas eran como muñecos, a los que se les había dado cuerda por la espalda y puesto encima de la mesa, condenados a seguir un camino que no habían elegido, obligados a avanzar en una dirección.
El odio es una sombra negra y alargada. En muchos casos, ni siquiera quien lo siente sabe de dónde le viene. Es un arma de doble filo. Al tiempo que herimos al contrincante, nos herimos a nosotros mismos.
(...) uno no puede mirarse a la cara con sus propios ojos. Sólo podemos mirar la imagen que nos devuelve el espejo. Y nosotros nos limitamos a creer, de manera empírica, que la imagen reflejada en el espejo es la real.
No ha habido una sola persona a quien haya podido llamar amigo y, con mis alumnos, tampoco he establecido ninguna relación. No he querido a nadie. Ya no se que es querer a alguien.