Antonio Machado comunica su preocupación filosófica y su meditación en torno al destino de España. Indaga en nuevos terrenos poéticos –como son las gentes del entorno, los aspectos históricos y sociales españoles y la experiencia de la naturaleza, lo que lo acerca a los regeneracionistas y a los escritores del 98–, así como formales, como el aforismo. El libro incluye la importante serie de poemas dedicados a la enfermedad y muerte de su mujer, Leonor Izquierdo, y el largo poema «La tierra de Alvargonzález», un intento de expresar, mediante una forma popular, lo «elemental humano».
Visite una casa en Segovia donde estuvo hospedado Machado. Y no puedes dejar de recitar sus versos, de verlo allí escribiendo a través de la ventana. Toda la es tensión de esos campos castellanos y sus horizontes está en este libro. Y también su alma andaluza que entregó a la maeseta castellana y al amor.
Si quieres entender qué es poesía, lee este libro, lee a Machado. Mira a Castilla con sus propios ojos y la canta con su propia voz. Es para él un descubrimiento y también dolor. La muerte de su esposa le marcará toda la vida, pero el poeta supera esa crisis y termina amando a Castilla por encima de todo.
Siempre trato con hombres del campo, pienso en lo mucho que ellos saben y nosotros ignoramos, y en lo poco que a ellos importa conocer cuanto nosotros sabemos.
Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería, Oye otra vez, Dios mio, mi corazón clamar. Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía. Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.
Caminante, son tus huellas/ El camino y nada más/ Caminante, no hay camino/ Se hace camino al andar…/
Soy clásico o romántico? No sé. Dejar quisiera mi verso como deja el capitán su espada: famosa por la mano viril que la blandiera, no por el docto oficio del forjador preciada
Filósofos nutridos de sopa de convento contemplan impasibles el amplio firmamento; y si les llega en sueños, como un rumor distante, clamor de mercaderes de muelles de Levante