En la Irlanda rural de principios de los ochenta, una niña es llevada a casa de unos parientes a pasar una temporada, hasta que su madre haya dado a luz al último de sus hermanitos. En casa de los Kinsella todo contrasta con su hogar: hay baño y no letrina, una máquina blanca a la que llaman freezer, e insisten en que allí no hay secretos. Pero ella no solo descubrirá uno, sino también que el dolor puede convertirse en ternura.Un libro sublime y sugerente sobre la cambiante línea entre el secreto y la vergüenza, sobre ese intersticio entre lo que debe ser dicho y lo que debe callarse.
Historia sencilla, como le gustan a la autora, en la que vemos cómo alguien puede darte cariño con pequeñas cosas, que puede que te falten en tu hogar, en este caso por no haberlas podido dar a quien le habrían correspondido.... Ternura.
Estoy en un punto en el que no puedo ser la que siempre soy ni convertirme en la que podría ser.
Una parte de mí quiere que mi padre me deje ahí, mientras que otra parte desea que me lleve de vuelta, a lo conocido. Estoy en un punto en el que no puedo ser la que siempre soy ni convertirme en la que podría ser.
Estoy en un punto en la que no puedo ser la que siempre soy, ni convertirme en la que podría ser
Deseo volver a casa para que todas las cosas que no entiendo, sean como siempre son
La gente viene y va, dándose la mano, comiendo, bebiendo, diciendo “ que lindo cadaver y que feliz se le ve ahora que se murió “
Miro el mar, allá las dos luces intermitentes brillan, pero, una tercera luz quieta , también brilla