Las aventuras de un veterano de los tercios de Flandes que malvive como espadachín a sueldo en el Madrid del siglo XVII. La segunda entrega de la colección Las aventuras del capitán Alatriste. A punto de incorporarse a su antiguo tercio en Flandes, Diego Alatriste se ve envuelto por mediación de su amigo don Francisco de Quevedo en otra peligrosa aventura. Una mujer ha aparecido estrangulada en una silla de manos frente a la iglesia de San Ginés, con una bolsa de dinero y una nota manuscrita: Para misas por su alma. El enigma se complica con los sucesos misteriosos que ocurren tras las paredes de un convento, cuando Alatriste es contratado para rescatar de allí a una joven novicia. En el azaroso y fascinante Madrid de Felipe IV, entre lances, tabernas, garitos, intrigas y estocadas, la aventura pondrá en juego la vida de los amigos del capitán, haciendo surgir del pasado los fantasmas de viejos enemigos: el pérfido secretario real Luis de Alquézar, el inquisidor fray Emilio Bocanegra y el siniestro espadachín italiano Gualterio Malatesta.
"No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente." Segundo libro de la saga, en esta aventura como se imaginarán los lectores interviene la Santa Inquisición y hace hincapié en la cuestión de la pureza de sangre o los mal llamados cristianos viejos. Obviamente como toda novela de aventuras, los héroes pasan por algún tipo de revés o sufrimiento, antes de alcanzara la gloria. Esta bien si te gusta este tipo de aventuras.
Hay blasones de prez en los cuarteles del escudo; hay hidalgos, poetas, curas, fabulosas Américas, meninas, galeras que aprisionan los infieles, horcas en los caminos, aventuras, y estocadas en todas las esquinas. TOMÁS BORRÁS "Castilla"
Más de mil torearon de palabra, y el Almirante, el único, el primero, poniéndole un rejón a un pasajero, entendió que era toro, y era Cabra.
El problema de las palabras es que, una vez echadas, no pueden volverse solas a su dueño. De modo que a veces te las vuelven en la punta de un acero.
En un mundo venal, hecho de hipocresía y falsas maneras, los poderosos, los buitres carroñeros, los envidiosos, los cobardes y los canallas suelen encubrirse unos a otros.
Dura nación, que desterró Adriano, y que por nuestro mal viniendo a España, hoy tanto oprime y daña el Imperio cristiano, pues rebelde en su bárbara porfía infama la española Monarquía. LOPE DE VEGA
Alma a quien todo un dios ha sido, venas que humor a tanto fuego han dado, médulas que han gloriosamente ardido, su cuerpo dejará, no su cuidado; serán ceniza, más tendrá sentido; polvo serán, más polvo enamorado. QUEVEDO