Una novela sobre el problema del amor, con la verdad que ofrece un conocimiento profundo del alma humana. Un viejo campesino calabrés llega a casa de sus hijos en Milán para someterse a una revisión médica. Allí descubre su último afecto, una criatura en la que volcar toda su ternura: su nieto, que se llama Bruno, como a él le llaman sus camaradas partisanos. Y vive también su última pasión: el amor de una mujer que iluminará la etapa final de su vida concediéndole toda su plenitud.
No me da escribir reseñas; pero me sale compartir las sensaciones que me deja cada lectura. Acabo de terminar ésta con mucha luz en la cabeza y más emoción en el pecho. Una novela de esas que, de algún modo, te quedan grabadas por siempre en la memoria y el corazón.
Me encantó la transformación que sufre el abuelo de un hombre duro y muy macho, a un hombre que acepta su "feminidad", con tal de darle a su nieto lo que necesita.
El título del libro no me incitaba mucho a su lectura pero que equivocada estaba. Es un carrusel de sentimientos sin que en ningún momento decaiga el ritmo.
Las palabras sobran...he llorado con este libro, no solo al final, en varias ocasiones mientras lo leía. Es maravilloso
Fue el primer libro que me acercó a la maldita enfermedad. Lo recuerdo con especial cariño, cada uno de los personajes dejó algo en mí, hasta "La Rusca".
Es la primera obra que leo de Sanpedro. Elegí esta por ser una de los títulos que más conocía del autor. Sin embargo no he llegado a conectar con la historia, ni con el personaje principal, que me ha caído mal desde casi el principio, lejos de la ternura que, creo, Sanpedro intenta transmitir del mismo. O tal vez no...
Una lectura tierna, divertida y muy especial para mí, que con sus páginas me ha traído de vuelta a mi abuelo muchos años después. De esas que marcan y no puedes olvidar. (20 de octubre de 2019)
¡Yo te pondré en la buena senda para escalar la vida, que es dura como la montaña, pero te llena el corazón cuando estás en lo alto!».
No es capaz de pensarlo y menos de expresarlo, pero sí de vivir a fondo ese momento sin frontera entre ambas carnes , ese intercambio misterioso en el que él recibe un renacido latir desde la verde ramita en sus brazos, mientras le infunde su seguridad de viejo tronco ...
¿Cómo puede tener fin la vida de robles y de águilas como su padre? Aquel hombre fue el cielo en sus alturas: huracanado, arbitrario, implacable a veces, pero también generoso, creador, benéfico
La madera y el verdor la raíz y la sangre el viejo y el niño avanzan compañeros ,como sobre un camino ,por ese tiempo que les está uniendo . Ambos hombro con hombro en extremos opuestos de la vida mientras la luna se mueve acariciándoles entre el remoto girar de las estrellas
Eso mismo, florecer. Yo creía que era cosa de mujeres, que el hombre es sólo madera, cuanto más recia mejor. Pero, ¿por qué no flor?
En un súbito impulso se abrazaron , se abrazaron , se abrazaron. Metiendo cada uno en su pecho el del otro hasta besarse los corazones . Se sintieron latir , se soltaron y , sin más palabras , el viejo subió al coche . Las dos miradas se abrazaron aún , a través del cristal .