La novela que encarna de forma más emblemática la corriente de pensamiento existencialista fruto de la atroz experiencia de la Primera Guerra Mundial y sus funestas consecuencias. Después de haber pasado unos años viajando, Antoine Roquentin, hombre de treinta años que disfruta de una modesta renta, se halla instalado en la ciudad portuaria de Bouville dedicado a escribir un libro sobre un turbio aristócrata del siglo XVIII. Sin embargo, un día se ve asaltado por una sensación desconocida, la Náusea, cuya revelación como el sentimiento radical de la contingencia y la soledad del ser humano cambiará por completo su vida de sentido.
El único mensaje que capté de este libro es que Antoine Roquentin (y/o todo existencialista) sufre de graves crisis de ansiedad y depresión. Been there, done that...
Me sentí fuertemente identificada con este libro el aburrimiento de la cotidianeidad como él "construyó mis recuerdos con el presente. Estoy desechado, abandonado en el presente. En vano trato de alcanzar el pasado; no puedo escaparme" también me invade la náusea como él.
Tiene algunos apartes muy buenos; por ejemplo sobre el humanismo, la experiencia, la existencia. Pero la historia en general, a pesar de la ausencia de sentido de la vida que plantea, por demás cierta, es muy aburrida y tediosa.
Antoine Roquentin, decide irse a pasar una temporada en Bouville dónde terminará de escribir una biografía. En este lugar y a manera de diario se refleja los pensamientos del personaje. Sentirá una náusea (vacío existencial) el cuál le volverá indiferente, abúlico. El autodidacta podría ser todo lo contrario ya que está dedicado a buscar a investigar y navegar con su mente en los libros de la biblioteca. Al final una historia de amor, puede ser. Anny no será la salvación de su vacío.
“El sentimiento de la aventura sería, simplemente, el de la irreversibilidad del tiempo. ¿Pero por qué no lo tenemos siempre? ¿Acaso no será siempre irreversible el tiempo?
Existo. Es algo tan dulce, tan dulce, tan lento. Y leve; como si se mantuviera solo en el aire. Se mueve. Por todas partes, roces que caen y se desvanecen. Muy suave, muy suave.
Ya no puedo recibir de estas soledades trágicas nada más que un poco de pureza vacía.
La mayor parte del tiempo, al no unirse a palabras, mis pensamientos quedan en nieblas. Dibujan formas vagas y agradables, se disipan; en seguida las olvido.
Sé que nunca más encontraré nada ni nadie que me inspire pasión. Tú sabes que ponerse a querer a alguien es una hazaña. Se necesita una energía, una generosidad, una ceguera... (...) es preciso saltar un precipicio; si uno reflexiona, no lo hace. Sé que nunca más saltaré.
Uno no puede prever los inconvenientes de la soledad. Esto no quiere decir que mire debajo de la cama antes de acostarme, ni que tema ver abrirse bruscamente la puerta de mi cuarto en mitad de la noche. Pero de todos modos, estoy inquieto.