Una durísima radiografía de nuestro tiempo y nuestra cultura. La banalización de las artes y la literatura, el triunfo del periodismo amarillista y la frivolidad de la política son síntomas de un mal mayor que aqueja a la sociedad contemporánea: la idea temeraria de convertir en bien supremo nuestra natural propensión a divertirnos. En el pasado, la cultura fue una especie de conciencia que impedía dar la espalda a la realidad.Ahora, actúa como mecanismo de distracción y entretenimiento. La figura del intelectual, que estructuró todo el siglo XX, hoy ha desaparecido del debate público.Aunque algunos firmen manifiestos o participen en polémicas, lo cierto es que su repercusión en la sociedad es mínima.Conscientes de esta situación, muchos han optado por el discreto silencio.
La cultura-mundo, en vez de promover al individuo, lo aborrega, privándolo de lucidez y libre albedrío, y lo hace reaccionar ante la «cultura» imperante de manera condicionada y gregaria, como los perros de Pavlov ante la campanita que anuncia la comida.
"Todas las culturas, creencias y costumbres deben tener cabida en una sociedad abierta, siempre y cuando no entren en colisión frontal con aquellos derechos humanos y principios de tolerancia y libertad que constituyen la esencia de la democracia."
"La desaparición de los prejuicios, algo liberador, en efecto, no puede significar la abolición de los rituales, el misterio, las formas y la discreción gracias a los cuales el sexo se civilizó y humanizó."
I. La civilización del espectáculo. ¿Qué quiere decir civilización del espectáculo? La de un mundo donde el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, y dónde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal.
IV. La desaparición del erotismo. ...al igual que en los dominios del arte y la literatura, la desaparición de las formas en la vida sexual no significa un progreso sino más bien un retroceso que desnaturaliza la libertad y empobrece el sexo.
V. Cultura, política y poder. La frenética busca del escándalo y la chismografía barata que se encarniza con los políticos ha tenido como secuela muchas democracias que lo que mejor conozca de ellos el gran público sea sólo lo peor que pueden exhibir.