Atrapada en la mitad de la vida, la narradora de este diario ficticio, o de esta ficción del yo, no encuentra su propio deseo. Es, a la vez, hija, esposa, hermana, madre de tres y huérfana. Pero, ¿quién es ella, ella sola, sin tener que ocuparse de nadie, ni del perro? La escritura aparece como el lugar donde sucede esa pregunta. Es la desertora, la que se aleja para fumar y observa los tics de clase, los remolinos familiares, las mutaciones invisi bles. Hoy está muy callada, sí, pero ese silencio está lleno de palabras y bajo la aparente quietud, está este movimiento verbal, el duelo, el relato, la resultante de todo el tironeo emocional: una soledad construida y la defen sa de una voz propia. Parece decirnos: déjenme estar callada, estoy vivien do. Y, en ese reclamo de sentir las cosas a su manera y a su propia veloci dad, hay a veces humor, curiosidad infinita ante el misterio de los hijos, recuerdos de una infancia en el calor del Litoral. La voz se despliega con inteligencia, librada de la gratuidad de la ficción y desentendida de la fideli dad autobiográfica. Así los textos van conformando una novela agazapada, en la independencia total de la mirada.
"Quiero enfrentar la soledad, quiero que esa soledad que hace tiempo siento como un hueco ardiente a veces, y otras como un espacio en blanco, se manifieste en la realidad con crudeza, sin artificios, sin excusas".
En el colegio descubrí que había muchas otras formas de soledad que yo desconocía hasta el momento.
Cuando le pregunto qué quiere ser cuando sea grande me contesta vagabundo. Así que tal vez sea poeta.
Los días van pasando co mo las páginas de un libro. De todas maneras, el final te agarra por sorpresa.