Cuando Carlos salió del cuarto me acerqué a la cama, me senté a su lado y me incliné sobre él: sus ojos suplicantes se cruzaron con los míos por última vez. ¿Qué me quería decir? ¿Que lo ayudara a vivir? ¿O que lo ayudara a morir? A vivir, por supuesto, él nunca quiso morirse.
La literatura personal de Fernando Vallejo dibuja los rasgos e idiosincrasia de los colombianos. Un país donde la "hijueputez" y el sabor del Aguardiente se acoplan, para retratar lo decadente de nuestra sociedad católica que se mataba entre liberales y conservadores. Su hermano Darío, es el hilo conductor de la narrativa que tiene esta obra.
La inconciencia o no conciencia es condición sine qua non para la felicidad.
La vida es tropel, desbarajuste; sólo la quietud de la nada es perfecta. ¡Ay del que contribuya al caos de este mundo propagándolo porque en él perecerá! Y no lo digo yo, un pobre diablo: me lo dijo anoche el Profeta.