DICTATOR

Si mi abuela Orfilia hubiera estado en el Foro romano en momentos en que Cicerón pronunciaba uno de sus discursos, hubiera dicho en su castizo y autóctono lenguaje campesino ¡Qué buen hablamiento tiene ese caballero! Y llevada de su curiosidad natural hubiera preguntado a quién tenía al lado, a su nieto Huelminus ¿Quién es? Y Huelminus, quién ha estado informándose sobre él contestaría: Se llama Marco Tulio Cicerón​ y las hace todas: es jurista (en el futuro le dirán abogado), es político, es filósofo, es escritor y como ya te diste cuenta es un tremendo orador romano. Y ama la República. Así fue. Cicerón visualizaba la andadura hacia el desastre, pese a que la República ya se había enfrentado a multitud de calamidades con anterioridad: invasiones, revoluciones, guerras civiles, a las cuales había sobrevivido de un modo u otro. Pero ahora las cosas podían ser distintas. “¿Puede una Constitución concebida siglos atrás para sustituir una monarquía, esperar regir un Imperio cuyo alcance empequeñece los sueños de quienes la redactaron?” He ahí la cuestión. Y así no más, la República se desmorona y Robert Harris lo cuenta a través de los relatos de Tiro, el secretario de Cicerón y por cierto poniendo a Cicerón en el centro del guion que cual tragedia griega, desgrana los episodios políticos y bélicos de una de las épocas más convulsionadas, pero también más apasionantes de la que se tenga registro. El credo político de Cicerón se podría resumir en las siguientes máximas: “La política es la más noble de las profesiones (No existe ninguna otra ocupación gracias a la cual la virtud humana se aproxime de un modo más íntimo a la función augusta de los dioses). No hay motivo más noble en la vida pública que la determinación de no dejarse gobernar por personas malvadas. A nadie, a ningún individuo ni colectividad, se le debería conferir un poder excesivo…. Y que la autoridad del Estado ha de repartirse siempre.” Harris con estilo sobrio y rigor histórico hace desfilar esos personajes que marcaron una época, para adentrarnos en los avatares de la política, tan inherente al ser humano de ayer y hoy, situarnos en las palpitaciones de las entrañas de un Imperio en transformación, con retoques de filosofía y ¡cómo no! literatura. Una trilogía que parte con “Imperium”, continúa con “Conspiración” y finaliza de gran forma con este “Dictator”. Cicerón tenía como todos su sueño del pibe: “No tener que entregarte a ningún oficio y poder dedicarte por entero a la literatura es la mejor manera de disfrutar la vida”. Pero pocas veces fue dueño de su tiempo. Su talento, inteligencia e intereses diversos lo empujaban o lo obligaban a inmiscuirse en casi todo. Así era Cicerón. Marco Tulio Cicerón. Un grande de la Historia. Ese que temía a la espada y a la sangre, pero era inigualable con las palabras. Me hubiera gustado contarle a mi abuela Orfilia esta historia, a cambio de las que ella me narraba cuando niño. Me la imagino presta a escuchar, alisándose la pollera en su gesto típico, mientras cebaba el mate. ¡Come, come, come mientras me vas contando!, me hubiera dicho, señalando el plato portador de sus sopaipillas entrañables.