COSAS PEQUEÑAS COMO ESAS

Un libro bellísimo que me resultó atrapante y conmovedor. Una prosa sencilla pero increíblemente buena para narrar tanto la simpleza de la cotidianeidad como la complejidad del ser humano.

Un libro bellísimo que me resultó atrapante y conmovedor. Una prosa sencilla pero increíblemente buena para narrar tanto la simpleza de la cotidianeidad como la complejidad del ser humano.

Todo lo que leí de esta talentosa irlandesa es maravilloso y Cosas pequeñas como esas no es la excepción. Un emotivo relato de ficción (aunque basado en una terrible historia real sucedida en Irlanda durante el siglo XX) nos habla con una serenidad y una empatía prodigiosa de un momento en el que es imposible cerrar los ojos o dar la espalda a una realidad que nos hiere y que pone en duda nuestra condición humana. Simplemente hermoso.

Podría ser una historia de navidad , ambientada en Irlanda , con nieve , frío, e medio de los preparativos para las fiestas de fin de año. Nos habla de pesebres, misas , cartas a San Nicolás. regalos y comidas familiares. Podría ser eso , una historia de navidad, y lo es, pero no porque nos sitúa en ella, si no que nos muestra lo que en verdad es el espíritu de la navidad , ver a otros , hacer pequeños gestos que pueden cambiar el destino de quienes nos rodean, cosas pequeñas como esas que nacen de héroes, porque que son los héroes quienes hacen cosas distintas y valiosas , arriesgando sus propia comodidad y seguridad por darle la mano a alguien que el resto ignoró. A veces , cuando el mundo es blanco, frío , plano, donde todos quienes viven tienen contratos tácitos para mantenerse seguros, en un mundo deshumanizado con quienes no son parte de su círculo íntimo, cuando imaginamos que para cambiar las injusticias se necesitas grandes acciones y movimientos, por lo que no hacemos nada, y nos mantenemos resignados esperando que algo pase pero sin hacer algo al respecto, a veces , hay historias cómo estás, donde alguien , un héroe anónimo, alguien simple pero también extraordinario, hace algo , una cosa pequeña que nos devuelve la esperanza y corrige lo que nadie quizo ver, cuando esas cosas pequeñas nos conectas con la humanidad vuelve a nacer la esperanza en un mundo mejor. Esta maravillosa historia nos conecta con eso.. Si quieres un regalo ara el alma, lee este libro.

💠 La bondad de un hombre sencillo que, desde su orfandad, es capaz de comprender, compadecerse, no ser indiferente y ayudar. Frente a la realidad de tantas jovencitas castigadas y despojadas de sus bebés por instituciones de la iglesia y el gobierno de Irlanda, en esta historia, "salvar una vida es salvar al mundo entero", honrar un recuerdo y sentirse feliz. ✒️ Una novela conmovedora que, en pocas páginas, expresa de manera simple y clara el dolor que provoca la vulneración de derechos. El pesar que acompaña a quien se le niega su identidad y la valentía que hace falta para superar miedos y confiar. ¡Muy buena!

Como me gusta Claire Keegan, ella puede en 90 páginas condensar una historia bellísima, un contexto histórico, desarrollar personajes entrañables y emocionarnos. Ya la conocía por “Tres luces”, un libro muy tierno que me emocionó muchísimo, y además recordaba la reseña de Maren, así que no dudé en leerlo. Lo más impactante de todo es que esta basado en hechos reales, en los horrendos asilos llamados Lavanderías de la Magdalena en Irlanda. Es un libro que se lee rapidísimo, de redacción simple y sentida, que lleva a la reflexión y, por lo menos a mí, me dejó sintiendo que todavía hay esperanza en el mundo…mientras existan esas personas que no miran para otro lado. Prefiero no sumar mas datos de los descriptos en la sinopsis, la historia sucede en Irlanda y el protagonista es Bill Furlong, un trabajador incansable, hombre sencillo y agradecido, que ama y cuida a su familia, que disfruta de las pequeñas cosas, con una infancia difícil que dejará huella en el resto de su vida. Vivimos en un mundo complicado, lleno de injusticias y maldad pero siempre hay alguien, una persona entre tantas, que pondrá por delante su corazón a la razón y a la conveniencia, y ese alguien puede cambiar, no sé si el de todos, pero sí el pequeño mundo de algunos…

Una buena escritora con una buena historia. Una ficcion de algo que sabemos fue y es moneda corriente en las instituciones "religiosas".

Cosas pequeñas como esas tiene dos méritos; el primero es que se trata de una buena nouvelle, ese género a mitad de camino entre el cuento y la novela, largo para ser el primero y corto para ser la segunda, y aquí tenemos un libro que es justamente eso, una buena novela corta. El segundo mérito es la traducción de Jorge Fondebrider; aprendí con el tiempo que casi tan importante como el autor de un libro también lo es quien ha llevado a cabo la tarea ardua de traducirlo, esa tarea que cuando no está bien ejecutada hace que una obra se torne inleíble. Pero cuando el traductor es Fondebrider, qué alegría… agregará precisión y esa musicalidad tan agradable de identificar en un texto. Este es el primer libro de la irlandesa Claire Keegan que leo y me resultó placentero. Un protagonista, Bill Furlong, que busca respuestas, que sigue preguntándose quién fue su padre, que se pregunta por qué su esposa no tiene esa necesidad de “repasar las cosas” que él sí tiene, tan clavada ella en el presente. Es un libro pleno de sensibilidad, sencillo de leer pero en el cual es necesaria la relectura, ese ir para atrás varias veces y que hace que le encontremos el sentido definitivo al conjunto. La historia nos transporta al año 1985, a esa Irlanda ultra religiosa, en la que el pueblo atraviesa duras penurias económicas, con contrastes sociales marcados, donde prevalece la insensibilidad hacia el que quedó expulsado del sistema. Es esa misma Irlanda que en 1916 proclamaba igualdad de derechos pero que recostada en la más temible y espantosa connivencia entre el estado y la iglesia católica hacía la vista gorda a los abusos y terribles padecimientos de mujeres y niños que dejaron su huella de sufrimiento en las tristemente célebres Lavanderías de la Magdalena de Irlanda. En 1993 todo ello se convertiría en un escándalo mediático de gigantesca magnitud, y no es para menos… Pero Cosas pequeñas como esas transcurre antes de que todo explote. Con una narrativa preciosa Claire Keegan hace posible que viajemos a New Ross, el pueblo de la historia, y que sintamos el frío, el olor del humo y la opresión del invierno también nosotros. Y así también está magníficamente retratado el omnipresente convento del pueblo, con su paisaje idílico de postal navideña en contraste con la oscuridad más oscura que Furlong descubre y que hará que su vida tome el sentido que venía buscando. Paso a paso la historia se va acelerando y nos conduce a un final que estalla. “… y se topó con un anciano de chaleco y con una hoz cortando un montón de cardos secos al borde del camino. Furlong se detuvo y le dio las buenas noches al hombre. —¿Podría decirme adónde me lleva este camino? —¿Este camino? —dijo el hombre, bajando la hoz y mirándolo fijo—. Este camino te va a llevar a donde quieras ir, hijo”.