Cuatro mujeres que cuentan su propia historia en un tiempo de confusión ideológica y crisis generacional. En el Departamento de Obras de consulta de un gran grupo editorial, cuatro mujeres trabajan en la confección de un atlas de geografía en fascículos. Reunidas por azar en ese proyecto, y muy distintas entre sí, todas comparten, sin embargo, una edad decisiva, en la que el peso de la memoria matiza ya la conciencia del tiempo y de la Historia. Mientras investigan, buscan materiales y fijan datos, Ana, Rosa, Marisa y Fran se encuentran en ese punto de inflexión de la vida en que no pueden aplazar más la necesidad de encararse de una vez consigo mismas, despejar dudas, deseos y contradicciones ya insostenibles para situarse ellas mismas en su propia geografía, en su propio atlas. Así, iremos descubriéndolo todo sobre cada una de ellas y sobre el mundo que las rodea, que no es otro que el de toda una generación: su soledad, sus inhibiciones, sus sueños truncados, sus decepciones, pero también sus pasiones y sus amores inconfesados, su dureza y su ternura, sus derrotas y sus grandes conquistas.
Yo recordaba haber leído algo de Almudena Grandes hace pufff de años y que me había gustado, pero este libro he de reconocer que me ha torturado un poco-bastante. Se trata de un grupo de cuatro mujeres en sus 30s que trabajan en un proyecto editorial (un atlas) y cada capítulo es de una de ellas. Pero la verdad es que no pude identificarme con ninguna. Sentí que estaba leyendo la vida de mujeres en sus 50s mínimo, con problemas de hijos adolescentes, divorcios, amantes, que si se van a quedar solas toda la vida. WTF! El libro me dormía. Luego se me perdió un montón de veces, incluso en un viaje y lo recuperé de milagro. Y al final ya como que me interesé por estas señoras para ver que sucedía con ellas. Pero solo al final.
Madrid, a mis pies, sucumbía al hechizo del otoño, recuperando un color antiguo, de infancia detenida.
...me advertí a mí misma que cada segundo de aquella noche sería el más hondo y afortunado de mi vida, y que debía fijarlo escrupulosamente en mi memoria para poder recuperarlo después.
¿Que una tía de 20 años sólo me querría por mi dinero? Pues mira, ya habría salido ganando, porque Flora no me quiere ni siquiera por eso.