En este panfleto dirigido al Parlamento, John Milton realiza una fuerte defensa de la libertad de prensa, más específicamente la libertad de imprimir y publicar libros sin censura previa. Publicado en 1644, ataca el sistema de licencias vigentes entonces en Inglaterra: para publicar, un escritor debía contar con una licencia y todos sus manuscritos eran revisados previamente por una Comisión para decidir si eran aptos para publicación o no. Milton desarma aquí uno de los argumentos más comunes -y paternalistas-de la censura: que el Estado debe practicarla para proteger a las mentes maleables o inocentes de influencias perniciosas. Lo que Milton resalta, con argumentos religiosos, es que el ser humano no es un bebé inocente que necesita que el Estado sea su papá y su mamá: es un ser pensante con capacidad de discernimiento. Ningún libro bueno va a reformar a una persona fundamentalmente mala, y ningún libro malo puede corromper a una persona fundamentalmente buena. Se lleva tres estrellas principalmente por la clase de redacción, rebuscada y compleja para un lector de la actualidad.