En la bella ciudad de Kamakura, una mujer que oculta una mancha en uno de sus pechos manipulará los preciosos objetos de un rito que transmitirán, como fantasmas, el peso del erotismo de una generación a otra. Y así, un joven hereda las obsesiones amorosas de su padre, experto en la ceremonia del té. Mil grullas en vuelo aparecen a lo largo del relato como misterioso auspicio. Kawabata explora en esta novela la fuerza del deseo y del remordimiento, y la sensualidad de la nostalgia. Una bellísima historia en donde cada gesto tiene un significado, e incluso hasta el más leve roce o suspiro tiene el poder de iluminar vidas enteras, a veces en el preciso instante en que son destruidas.
Kawabata puede impacientar a muchos, de hecho, entre mis conocidos lectores creo ser el único que disfruta de su prosa. Y es que cuando muchos intentan leer más allá de Haruki Murakami o de Hiromi Kawakami, y encuentran a Kawabata, Mishima o en los extremos a Ryu Murakami, se dan cuenta de que la literatura japonesa va más allá de gatos o amores posmodernos. En Mil Grullas asistimos a la Ceremonia del Té, pero no solo como principal ambientación, sino como el núcleo en el cual la vida de los protagonitas toma forma para siempre: cómo cada gesto, utensilio, forma y estructura de la Ceremonia cuentan y se estudian. Más allá de que la Ceremonia este expuesta en el texto, Kawabata lo que nos muestra es esa transición vital en la historia japonesa entre la antigüedad y lo moderno; no solo en las actitudes, pensamientos y vestimentas de los protagonistas, sino en el contexto social en que se dan estas ceremonias. Los que tenemos a Kawabata como principal autor de cabecera, sabemos que el amor que expone -sí, con flores de cerezo, rituales y kimonos, etc- puede llegar a ser cruel y desesperanzador. Y creo que la fuerza que impone en cada página al mostrarnos que los personajes, si bien viven en esa ambigüedad de tratar de encontrarse, al final sabemos que su lucha no es completamente controlada por ellos, pues existe algo más fuerte que hace que tomen el camino que deben y no el que quieren. Es un texto corto para saborear cada página, y, si son como yo, saldrán a comprar la primera caja de té que encuentren en el supermercado, ustedes saben, para ambientar je, je, je. Pd: Gracias a la editorial Emecé por reeditar sus obras, me faltan pocos para completar la colección Kawabata.
Hermosa narración. Sin ser de aventura, es muy ágil y se lee con facilidad. Podría ser clasificada como historia de amor, pero los elementos más importantes en esta novela son la memoria, personal y cultural, y la estética. Lo recuerrente es la ceremonia del té y las constantes observaciones que hace el protagonista de aquellos detalles que le llaman la atención: las líneas corporales y faciales de las mujeres con quien interactura, los detalles de las flores, de las tazas para el té, la ropa, los gestos, las acciones. No le doy 5 estrellas a este premio Nobel de literatura solo porque el final es abierto y, al parecer, su continuación es solo un haikú: En el cielo de Año Nuevo mil grullas vuelan o así me parece.
Pero, cuando comenzamos a sentir responsabilidad y remordimientos, sólo hacemos que la muerte parezca algo sucio. Los remordimientos y las dudas sólo hacen que la carga sea más pesada para quien ha muerto.
La servilleta de té, a tono con la muchacha, era roja e impresionaba menos por su suavidad que por su lozanía, como si de la mano de la muchacha floreciera una flor roja. Y uno veía mil grullas, pequeñas y blancas, comenzando a volar a su alrededor.
Pensé que no importaba cuán malinterpretada hubiera sido ella, la muerte no podía ser la respuesta. La muerte sólo interrumpe la comprensión. Posiblemente, nadie puede perdonar eso.
Cuando uno está absorbido por la muerte, comienza a sentir que ya no está más en este mundo