“El sonido se interrumpió y, de repente, tuvo miedo. Quería interrogarse, con calma y determinación, si había sido el sonido del viento, el rumor del mar o un zumbido dentro de sus oídos. Pero había sido otra cosa, de eso estaba seguro. La montaña” La constelación aparentemente fija de las relaciones familiares, el encanto de la naturaleza, el amor y la pasión son algunos elementos de esta novela hipnótica que provoca una fascinación inusitada, a la vez que inquieta profundamente.
El primer libro que leí de Yasunari fue "El país de la nieve" no pude reseñarlo porque no supe que decir. No me gustó la historia, sin embargo había algo que se me escapaba. "El rumor de la montaña" me gustó más, la historia realmente me enganchó, sin embargo, seguía estando ese "no sé qué" que se me escapaba. Hasta que, una tarde, estando agachada en mi bajo mesada, tratando de alcanzar una olla, en un movimiento torpe, tiré varios cacharros que cayeron con estruendo: mi sangre italiana no se hizo rogar "...¡Y la reputísima...! Y ahí entendí a kawabata! Lo que me fascinaba y no podía explicar era esa convivencia pacífica y armoniosa con los eventos cotidianos, sean estos tragos amargos, tareas rutinarias o momentos felices. Una suerte de estoicidad reverencial hacia la vida. Condimantado por la observación amorosa de cada mínimo detalle diario, cada nueva flor en el jardín, cada nuevo copo de nive, canto de pájaro, cada fenómeno que se despliega en su presencia es apreciado con enorme sentido de la estética. Las tareas que le son asignadas a cada personaje, en la insignificancia de su existencia son cumplidas con ceremoniosa dedicación, aún cuando la realidad les resulta adversa. Nunca pierden esa actitud de dedicación plena al momento vivido. Experimentan cada detalle de lo que les rodea y de lo que les toca vivir con ecuanimidad, sin juzgar, sin pedir y sin menospreciar. Al avanzar en la lectura uno siente que lo invade la paz de ese estilo de vida de esa aceptación que nada tiene que ver con la resignación, de esa ausencia de drama. Aún cuando los personajes pasan por momentos difíciles. Por supuesto no todos los personajes son iguales, esta actitud clásica japonesa es la que sostiene el protagonista, cabeza de su hogar y su nuera. En alguna medida también su esposa. No así sus hijos, que a su modo han fracasado en la vida y el protagonista vive esto con una actitud de la que mi arrebato por un par de ollas desparramadas por el piso tiene mucho que aprender.
Muy linda historia que habla del paso de años,la familia y el intento de ayudar y entender a las nuevas generaciones. Me gustó mucho la parte final.
De pronto le preguntó a Shuichi: -¿Mataste a alguien durante la guerra? - No lo sé. Si alguien se cruzó en el camino de mi ametralladora, probablemente haya muerto. Pero podría decirte que no lo estaba apuntando"
"La delicadeza con que lo trataba era una tabla de salvación para su aislamiento. Un modo de consentirse, de darle un toque de suavidad a su vida."
"La expresión "ciénaga entre marido y mujer" significa que marido y mujer, tolerando las faltas mutuas, con los años profundizaban un pantano"