Tan solo apareció. Sus ojos eran como el cielo más nublado y su sonrisa tan retorcida como la de un perverso enamorado. Él caminaba dejando un rastro de sombras y deseos acumulados. Era el demonio mismo, la tentación hecha humano. Besos, caricias y un trato oscuro pero mágico. Poe Verne llegó para liberarme. Se quedó para consumirme. Y se fue para destrozarme.