Un paisaje nevado en uno de los lugares más remotos del mundo. Un bosque infinito de coníferas. Una casa solitaria que parece caída del cielo. En ella, diez personas de diez rincones del mundo salvajemente asesinadas. ¿Cómo han acabado ahí? ¿Qué mente criminal y perversa ha podido planear una masacre así? Dirigen el caso Emeli Urquiza, una policía treintañera de origen vasco con una complicada historia personal, y su ayudante Francis Thurmond, un afroamericano alto y silencioso que dibuja la escena del crimen. Juntos tendrán que adentrarse en las vidas de las víctimas para encontrar la última verdad. Una trama prodigiosa, personajes cuyas historias esconden turbios secretos y un final espectacular que dará que hablar y del que ningún lector saldrá indemne: Álvaro Arbina nos invita a embarcarnos en un thriller sorprendente que rompe todos los límites del suspense.
Porque tenía que compartirlo con los demás, con su familia y sus amigos de siempre, para que vieran lo que le estaba sucediendo a seiscientas millas de casa, porque la felicidad solo es real cuando se comparte, porque si no lo compartes es como si no hubiera existido.
—Sí. Cuando abres un libro, en realidad abres la puerta a una pequeña casa. A veces me pongo nervioso cuando abro un libro.
Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida… Para no darme cuenta, al morir, de que no había vivido.
—Si la historia parece real, nos olvidamos de nosotros mismos y de la mano invisible que crea esa historia. Un creador de historias siempre busca eso.
En la historia de la humanidad el único culpable es el ser humano en sí, como especie y como colectivo, en su propia convivencia
La vida allí tenía valor. Era una vida íntima, verdadera, no había necesidad de mostrarla en las redes para que tuviera sentido. La vida allí se vivía. La vida allí era solo de ellos, no era vida prostituida.