Cada clic en Internet es un dato que bien aprovechado puede servir, por ejemplo, para adecuar las páginas a nuestras necesidades. Los teléfonos móviles emiten constantemente datos sobre nuestra ubicación o el uso de aplicaciones. Al viajar en transporte público y validar un billete, contribuimos a una base de datos que sirve para decidir qué líneas de transporte se utilizan más y a qué horas. Al pagar con tarjeta, aportamos a nuestro banco información sobre nuestros hábitos y también a la tienda sobre los productos que hemos comprado. Parece que todo esto es solo el principio. Estos ejemplos muestran que cada vez vivimos en un mundo más repleto de datos, a menudo producidos por nosotros mismos sin darnos cuenta.