En el verano de 1942 los ejércitos de la Alemania nazi parecían estar a punto de conseguir sus objetivos más ambiciosos: en Rusia iban a cruzar el Volga para apoderarse del codiciado petróleo del Cáucaso; en el norte de África, Rommel se encontraba a las puertas de Egipto, a punto de avanzar hacia el canal de Suez. En noviembre, sin embargo, con pocos días de diferencia, los desastres de el Alamein y de Stalin-grado iban a cambiar el curso de la guerra.