Una novela que permite abordar los temas del amor, la sexualidad, la amistad y la familia. Claudio retrocede hasta volver a ser un niño de cinco años y rescata del pasado las anécdotas, las personas y los acontecimientos históricos que marcaron su vida. La mirada de Benedetti se detiene en historias que llaman a la reflexión, y ofrece otras que todos podríamos reconocer como claves en la vida de un niño, de un adolescente o de un adulto: la desolación ante la muerte de la madre, el descubrimiento del amor, el acercamiento al sexo, la conciencia social, la experiencia del goce y la asunción del dolor. En suma, el paso que dejan los años y las personas a las que amamos, y que fundamenta nuestra trayectoria existencial.
Si bien es una historia que recrea la vida de Claudio desde su niñez hasta la hora de tomar decisiones, uno se identifica con el escritor por la sencillez, calidez. y con el relato en sí mismo. Quien no ha tenido la sombra de una Rita?
Una novela para disfrutar. Las andanzas de Claudio por el pasado nos permiten recrear su infancia y adolescencia marcada por acontecimientos y personas que van dando forma a su vida, me permitieron recordar algunos detalles de la mía. Ese es el mérito de toda narrativa: vernos de una forma u otra, aunque sea parcialmente, en la trama de los personajes. El autor va recreando con buenas pinceladas el desarrollo de Claudio: sus alegrías con los amigos, su dolor por la muerte de su madre, su despertar amoroso y sexual, su inicio en la vida laboral. Nos sumerge en el Uruguay de los años 30 del siglo XX. Es una obra que invita a continuar leyendo conforme se avanza en ella. Altamente recomendable.
Un libro muy fácil de leer, ameno, lleno de misterio y poesía. El relato de la niñez y juventud del protagonista, se entrelaza con sus sueños y fantasías que van construyendo el desarrollo de su personalidad.
La invitación de Benedetti es a volver a ser niños a través de esta novela, con pasajes de la misma que ineludiblemente nos haran rebobinar en el tiempo
No tengas vergüenza de llorar. Hace bien. Elimina toxinas. Por eso las mujeres vivimos más que los hombres. Porque lloramos más.
El hombre puede ser infinitamente cruel con su semejante. Puede ser cruel por decisión soberana y autónoma. Como si ese prójimo no fuera un espejo. Cuando destruye el espejo, se destruye a sí mismo.
Como los que arrojaron la bomba no eran alemanes ni franceses ni rusos, sino norteamericanos, los locutores se pasaron el día celebrando el acontecimiento y alabando los formidables adelantos de las técnicas bélicas de las fuerzas democráticas.
No sólo en la universidad puede uno "desasnarse" también es posible alfabetizarse por impulso propio, por vocación, y entonces verás que la cultura que vas adquiriendo, te sirva o no para ganar dinero, ya no es una tortura sino un disfrute.
El famoso Juicio Final lo llevamos aquí, en el pecho. Todas las noches, sin ser conscientes de ello, enfrentamos un Juicio Final. Y es de acuerdo a su dictamen que podemos dormir tranquilos o revolcarnos en pesadillas.
La memoria del cuerpo no cae nunca en minucias. Cada cuerpo recuerda del otro lo que le da placer, no aquello que lo disminuye. Es una memoria entrañable, más, mucho más generosa que el tacto ya desgastado de las manos.