La enfermedad de Parkinson, una de las afecciones neurológicas más frecuentes, es causa común de discapacidad, especialmente en el anciano. A pesar de los avances experimentados con relación al tratamiento farmacológico, existen terapias no farmacológicas que son eficaces frente a rasgos de la enfermedad, cuya finalidad es proporcionar el mayor confort posible al paciente, especialmente en estadios más avanzados. Los objetivos del tratamiento no farmacológico son: atender la situación particular del paciente en lo que respecta a su estilo de vida y con los sistemas de apoyo disponibles; reforzar las habilidades y valores positivos residuales; adaptar el entorno para minimizar en lo posible la incapacidad; compensar al máximo los déficit sensoriales, reconocer y afianzar las ayudas y los apoyos psicológicos; hacer participar a la familia y a los cuidadores; disminuir la ansiedad y facilitar y promover la interacción del paciente con el entorno físico y humano. Todos estos recursos pueden ayudar a aliviar los síntomas y retrasar la discapacidad o el impedimento. Estas terapias se denominan adjuntas o complementarias porque son adicionales al tratamiento estándar con fármacos específicos antiparkinsonianos o cirugía.