Alexandre Dumas, hijo de una viuda pobre y de un general forzudo, mimado, indómito, soñador, generoso hasta la prodigalidad, aprendió a leer y a escribir, nada de aritmética y un poco de latín con el cura del pueblo. Con estas bases, su pasión por Shakespeare y sus abundantísimas lecturas, consiguió llenar más teatros que Victor Hugo y más lectores que cualquier otro novelista. Porque Dumas sabía jugar con el lector como ninguno y ganárselo a fuerza de hacerle sufrir con sus intrigas. Y, si bien es cierto que El tulipán negro no es El conde de Montecristo, basta para comprender por qué dijo Maurois que Dumas es «el más grande de todos los tiempos y de todos los países».
Hermosa reseña histórica en Holanda. Las formas de cultivo, arte y dedicación con los tulipanes y una apasionante historia de amor que nace entre la hija del carcelero y un preso experimentado en el cultivo de la variedad de tulipan negro.
Tal vez el perro conociera a los condenados y no mordiera más que a los que salían libres.
"Puesto en pie, se arrancó cuantos cabellos pudo, y los lanzó en holocausto a esa divinidad feroz e insensible que se llama Envidia"
Se ha sufrido muchas veces lo bastante para tener el derecho de no decir jamás: soy demasiado feliz.