El líder, en definitiva, es la tentación de la excelencia, un espejo en el que mirarnos: el Gran Seductor. Aquel que parece saber tomar siempre la decisión correcta y transmitir al prójimo su propio convencimiento, su propia confianza, su propia energía, su propio entusiasmo. Porque, en realidad, desde que el mundo es mundo, lo único que cuenta, que mueve y que da fuerza a las personas, que las arrastra, es un sueño. Y eso lo sabe cualquier líder.