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Sinopsis de DOCE LECCIONES SOBRE HISTORIA

La historia es una disciplina de verdad. Eso significa que cuenta con un auténtico repertorio de conocimientos adquiridos. Los conocimientos se obtienen aplicando un protocolo y respetando unas normas. El profesional de la historia se ciñe a los documentos. El historiador se limita a la consulta y al examen de los restos del pasado. De esos vestigios o atisbos, el investigador extrae informaciones, siempre parciales, pero informaciones que somete a crítica interna y externa: en el documento observa el hecho, aventura un significado y examina las condiciones materiales de su realización y recepción. El historiador narra lo que en principio sólo son datos inconexos. Los detalla, los clasifica y los cuenta. Efectivamente, hechos que fueron reales y simultáneos se ordenan en la historia de quien la escribe. Al hacer esto, el historiador se aproxima a la literatura: la historia es exacta y remotamente un género literario. Cierto: el historiador narra con orden, convirtiendo en palabras lo que fueron hechos, materiales, imágenes o también palabras. Eso no significa que el historiador escriba ficciones. Sólo significa que la imaginación está presente en su tarea: cuando supone o conjetura, cuando completa hipotéticamente lo que el documento no le da. Pero el profesional de la historia no fabula. El profesional de la historia interpreta y explica. Interpreta las acciones y sus intenciones. Los historiadores saben menos que los antepasados, saben menos que quienes tienen algo que testificar. Esa carencia los investigadores la suplen con conocimientos y documentos que de primera o de segunda mano ayudan a comprender actos y a explicar consecuencias.

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