La vasta y valiosa tarea que, inmersos en el espíritu de los tiempos románticos, acometieron los hermanos Jacob y Wilhelm Grimm, recopilando los cuentos populares de tierras alemanas, nos ha legado un acervo literario y cultural de incalculable riqueza. La edición en cuatro volúmenes de sus «Cuentos infantiles y del hogar» o, lo que es lo mismo, sus Cuentos completos–de los cuales también se puede hallar una selección en esta colección, bajo el título de Cuentos–, y que está lejos de ceñirse a los populares Caperucita Roja, Pulgarcito o Blancanieves, permite tener a mano la integridad de lo que constituye un tesoro no sólo para el aficionado a la literatura, sino también para el estudioso de la cultura, el psicólogo y la persona interesada en el crecimiento personal. Basados los cuentos populares, en efecto, en un sustrato común antiquísimo –no en vano comparten numerosos rasgos y patrones, sea cual sea su cultura de procedencia, lo cual habla bien a las claras de su universalidad–, son susceptibles de dar a quien las busque claves y medidas ancladas en estructuras y arquetipos profundamente grabadas en la naturaleza del hombre.
Estos cuentos universales nos contaba mi abuela cuando éramos chicos. Los leía de la colección "El Tesoro de la Juventud". Siempre escuchábamos atentos y fascinados (y a veces un poco asustados). Ya de grande quise volver a ellos con otro punto de vista y opinión. No todos son inocentes cuentos para niños pequeños. Algunos son como Las novelas ejemplares, para educar y decirnos qué se puede y qué no se puede hacer. Marcando la diferencia entre los buenos y los malos. Los valientes y los cobardes. Ricos y pobres. Reyes y plebeyos. Honestos y ladrones. Con premios y castigos. Los valores familiares, los padres protectores y los injustos. Los hermanos que se ayudan y los que se pelean. Los amores correspondidos y los amores perdidos. Historia de la humanidad. 09.2002