La conservación de las lenguas minorizadas, el euskera en nuestro caso, es un hecho casi milagroso, si observamos la falta de apoyo e incluso la persecución sufrida durante los siglos desde ciertas instancias, en tiempo de paz y de guerra. Milagro de supervivencia y revitalización conseguido por el pueblo. Pese a todos los pesares. […] El pueblo va tomando conciencia, cada vez con más claridad y entusiasmo, del tesoro lingüístico heredado, del derecho inalienable a conocerlo y practicarlo sin trabas, mugas, cotos, ni prohibiciones.