WASABI

Un novelista argentino es invitado a pasar un par de meses en Francia, en una residencia de escritores. Viaja con su mujer y cuando se instalan en Saint-Nazaire, un raro quiste le brota en la base del cuello y crece a toda velocidad. Le recetan una crema homeopática que tiene alucinógenos. Reproduzco unos párrafos, que no tienen desperdicio: "Segundo ataque: encaramado a la escalera de una librería. Había pedido permiso para subirme y revisar unos anaqueles altos. La hilera de la "B" transcurrió sin percances. Empecé a transpirar cuando pasé a la "C": el cuchicheo receloso de los libreros subía como una voluta de humo hasta el espolón. El nombre de Condorcet, que no buscaba, me detuvo un instante. Fue apenas una fracción de segundo, pero fue fatal. [...] "Siete minutos más tarde (lo sé porque uno de los libreros, familiarizado con los accidentes de la narcolepsia, se había tomado el trabajo de llevar la cuenta) todavía estaba tendido sobre la mesa de saldos que había amortiguado mi caída. Los dos libreros me miraban como auscultándome." [...] "Traté de disimular la incomodidad multiplicando agradecimientos. Uno me dijo "Agradézcale a la "R", no a nosotros." Me di vuelta y contemplé el colchón providencial que me había salvado: la descendencia de Romain Rolland, dañada en parte por el impacto, ocupaba prácticamente toda la mesa. El otro, al ponerme de pie, me preguntó: "El Condorcet, ¿lo va a llevar o no?"