UN MOMENTO DE DESCANSO

Escrita con humor irónico y mordaz y la habilidad que le caracteriza, sin pelos en la lengua. Dos amigos y compañeros de estudios se encuentran muchos años después en Madrid. Ambos se fueron a EEUU juntos pero sus caminos se separaron con el tiempo. Arturo Cifuentes, trabajó allí de profesor en una universidad, se casó y tuvo un hijo. Regresa a España tras un suceso que hace que tenga que abandonar su empleo allá. Esta historia es desarrollada en la primera parte de la novela. En la segunda parte, conoceremos la historia de Antonio Orejudo. Sí, se trata del propio escritor que se introduce a sí mismo como personaje en la historia. También nos cuenta cómo le fue en EEUU, teniendo que ser incluso cobaya de un laboratorio. En la tercera, Cifuentes quiere hacer partícipe a Orejudo de unos hechos que vienen de lejos, sobre el rector de la universidad donde está trabajando ahora, y le insta a investigar los mismos juntos. La primera y la segunda parte parecen libros diferentes y es ya en la tercera cuando se cierra el círculo y encaja todo. Un tema poco habitual en las novelas españolas, el de las universidades, que además Orejudo conoce bien puesto que es profesor titular de una. No creo que sea tal como lo cuenta él, está muy llevado al límite sobre todo en según qué cosas, pero seguro que algo hay de realidad en parte de lo que relata. Durante toda la novela no sabremos cuánto hay de realidad y cuánto de ficción, Orejudo mezcla nombres reales con ficticios, así como su aparición en el libro, que no se sabe cuánto habrá de verdad en ella. Es corto, no llega a doscientas páginas, y se lee rápido. Creo que este escritor no gustará a todo el mundo, te tiene que gustar esa forma de contar las cosas y, sobre todo, ese humor tan característico. A mí, desde luego, me gusta.

El libro fue escrito por Patrick Ness, pero está basado en una idea original de Siobhan Dowd, una prolífica autora de literatura juvenil que murió, a los 47 años, de cáncer de mama. La novela mezcla elementos de horror y fantasía, de realismo crudo y de ese drama familiar que tanto gusta a los lectores. Una obra extraordinaria que nos pone cara a cara con nuestra propia fragilidad. Una historia emocionante, extraordinaria, divertida y conmovedora, sobre un niño, su madre enferma y el monstruo que viene a visitarle. Y que nos habla de nuestra dificultad para aceptar la pérdida y de los lazos frágiles pero extraordinariamente poderosos que nos unen a la vida. Una historia que me ha gustado horrores, que ha sabido mantener el engaño hasta la última página. Yo estaba creído que al final el monstruo salvaba a la madre del protagonista, pero no fue así. Y yo que a la vejez me he vuelto muy sensible, me puse a llorar como un condenado y me costó terminar de leerla. Pero la verdad de todo, era que el monstruo se había presentado para salvar al protagonista. Que es “un niño demasiado joven para ser un hombre y demasiado viejo para ser un niño”, la historia de una enfermedad y la historia de un monstruo que narra historias. La novela nos cuenta la historia de Conor O’Malley, un niño de 13 años, que no se siente como un niño normal porque todo le recuerda que su madre se está muriendo y que este proceso tan difícil sólo termina con el comienzo de lo malo: la vida en soledad, lejos de un padre que lo abandonó por otra familia y cerca de una abuela rígida y fría; la vida sin su madre, sin su cuarto, sin sus cosas, sin su vida. Todo parece ir de mal en peor para él, pero la trama da un vuelco cuando comienza a tener pesadillas recurrentes, donde recibe la visita de un monstruo aterrador que sale por las noches, del árbol de tejo junto al cementerio. El árbol le cuenta historias de otras veces en la que tuvo que echar a andar, sin embargo, no supondrá una amenaza, sino todo un desafío en el que se enfrentará a la verdad, el miedo, la culpa y el dolor. Y le exige, que al término de tres narraciones, que él hable la verdad de su pesadilla; una verdad que esconde mucho más de lo que Conor quiere admitir. Y si no la contaba el monstruo se lo comería vivo. El monstruo le enseña, a través de sus narraciones, que no todas las historias tiene un malo y un bueno; que no todas las historias son justas; que no todos los finales necesarios son felices. La moraleja de esta novela es más una enseñanza de psicología popular aplicada al duelo. Porque esta historia no habla de lo correcto o lo incorrecto sino de la abstracta línea que los separa: básicamente, enseña que se le puede desear lo peor a alguien por amor.