Esta norteamericana nacida en Green, Maine, en 1857, Helen Josephine Sanborn, cultivó una pasión por Centroamérica, por una de esos azares del destino: su padre era un importador de café y especias, radicado en Boston, que fundó en 1874 la firma Chase & Sanborn. Por aquel entonces, la demanda del consumo de café en Estados Unidos, benefició a su compañía que acabó abasteciendo a todos los cafés durante la celebración de la Feria Mundial de Chicago, en 1893. Cuando James Sanborn, por motivos de negocios, decidió viajar a Centroamérica en 1884, su hija Helen, que aprendió español, se ofreció como intérprete. A su regreso, un año después, Helen Sanborn publicó sus relatos en el libro “Un invierno en Centroamérica”, en el cual plasmó su sorpresa por muchas de las costumbres locales: “Es contrario a las costumbres de etiqueta local que una mujer pasee sola por la calle, incluso durante el día. Es impropio para las damas ser vistas en la calle después del atardecer, incluso en grupos de dos o tres, sin ir acompañadas por un sirviente. Una mujer Americana, no alcanza a apreciar su libertad e independencia, hasta que no viaja a uno de estos países”. El capítulo dedicado a las “Fincas de café, cultivo y producción”, pone de manifiesto cómo Helen Sanborn aprovechó aquel viaje para acabar siendo una gran conocedora del café. Fruto de aquel viaje inicial, acabó siendo una embajadora de la lengua hispánica.