Senectud nos presenta la dificultad de vivir y de establecer auténticas relaciones con los demás, es decir, aquel filo de la navaja que separa, con un corte profundo y doloroso, la felicidad de la infelicidad. Nos muestra cómo la verdadera senectud es la ausencia de amor, y lo hace con una rara capacidad de análisis que toma distancia además con lucidez y control inteligente del mundo representado. Eugenio Montale calificó Senectud de obra maestra dotada de una excepcional potencia, y Carmen Martín Gaite nos la traslada con especial felicidad al español.
Extrañamente, paso desapercibida en su época, finales del XIX. Amigo de Joyce, que le animó a seguir escribiendo a pesar de los fracasos, se acerca más al relato moderno introspectivo y detallista de los sentimientos que al drama decimonónico tan al uso. Se lee mejor que Henry James, se disfruta tanto como Proust... pero tiene algo propio, una complejidad escondida en aparente sencillez que cautiva.