Irlanda del Norte, años ochenta. Un torso humano aparece en una maleta abandonada. Ha estado congelado, lo que impide saber con precisión cuándo murió la víctima. Un tatuaje incompleto y una vieja cicatriz de metralla son lo único que lo puede identificar. La causa de la muerte es un veneno, un método ajeno a los paramilitares, ni del IRA ni de los unionistas. Además, es casero y procede de una planta tropical desconocida en Irlanda. Parece el crimen perfecto. Pero Sean Duffy, encargado del caso, sabe que el crimen perfecto no existe.
Es un nuevo caso, para el inspector Sean Duffy, que trata de resolver el hallazgo de un cadáver congelado y descuartizado, hallado dentro de una maleta tirada en la basura. Es una obra maestra de uno de los mejores escritores de toda la nueva generación de novelistas policíacos irlandeses. La trama discurre como una ametralladora, una ráfaga larga y violenta, que no me dejó otra opción que dejarme conquistar. Esta ha sido una lectura sumamente grata. Algo nuevo, potente, divertido y que ni siquiera sospechas como terminará. Una muy buena novela policíaca y además con ese toque de novedad que nos muestra Irlanda del Norte para el desarrollo de una novela de este corte. La novela se lee con rapidez, con entusiasmo, con gozo, con sorpresa y con un entretenimiento constante, porque nunca sabes, ni siquiera sospechas, qué va a ocurrir en el siguiente párrafo, ya que el autor siempre consigue sorprenderte.