La autora de este libro coge mal el lápiz. Lo ha cogido mal desde niña, cuando algunos profesores se empeñaban en corregirla porque «hay que escribir como Dios manda», e, incapaz de aprender, ha seguido cogiéndolo mal hasta el día de hoy, con todas las consecuencias. Porque... ¿puede acaso salir buena letra de un lápiz torcido? Ésta es una de las cuestiones que planean sobre este conjunto de cuentos: la de la escritura indócil, libre y acelerada, la escritura que araña y rasga la memoria, que destroza los recuerdos y hace de ellos otra cosa. Las historias que aparecen en este volumen abordan temas como la culpa y la redención, la falta de libertad y esos «pequeños instantes, epifanías, revelaciones, imágenes que se abren, palabras que se desdoblan», cuando «algo se quiebra, y todo cambia». Niños que se resisten a obedecer y que viven con asombro y soledad el difícil proceso de crecer; chicas rebeldes cuya rebeldía es subterránea, rabiosa y poco aprovechable; seres atormentados–o no–por los remordimientos y las dudas; picabueyes y nutrias que representan agresión o consuelo; el desconcierto de vidas en apariencia normales que a veces encierran crímenes y otras únicamente el deseo de cometerlos. Sara Mesa ha construido un conjunto sólido y coherente de voces con su ya peculiar estilo tensado y sin artificios, que ...
Una maravillosa recopilación de relatos de generosa extensión, bastante crudos, que te atrapan desde el primer instante sin posibilidad de abandonarlos. Muy entretenidos de leer y estimulantes intelectualmente, muy recomendados. Creo que este libro me ha gustado más que la última novela de sara Mesa «Un amor», aunque se ve ese estilo 'oscuro' en ambos libros. Leeré más libros de Sara Mesa.
He leído todo lo editado de Sara Mesa y, libro a libro, me he ido ratificando en mi primera opinión: Sara desarrolla una literatura dura, descarnada, cruel, siempre triste y, esporádicamente, repulsiva. Pero, aunque leerla signifique adentrarse en un mundo inhóspito y desagradable, también proporciona el placer de comprobar la maldad humana, en todas sus variantes. Este tomo incluye once relatos, o cuentos, cortos. " Papá es de goma " es espeluznante. " Apenas unos milímetros ", sobrecogedor y " Nosotros los blancos ", tétrico. Los otros cumplen su cometido: ALTERARNOS. Entre muchas, esta frase: " Vuelve sin levantar la vista del suelo. Vuelve bajo el sol que le golpea en los hombros desnudos, en la nuca sudorosa, sin rabia, sin resentimiento. Vuelve únicamente acompañada por el miedo ". Leedores/as: disfrutad y padeced con su lectura.
–¿Puedes invitarme a una copa? –preguntó de pronto. Balbuceé: –Casi no tengo dinero. Ya ves, venía con diez euros y esto ya me ha costado siete. –Aquí una cerveza vale dos y medio.
Estuvimos allí aún un rato más, sorbiendo nuestras bebidas hasta que se acabaron, salimos al frío de la noche, él me pasó la mano por encima del hombro y yo no le solté ninguna hostia. Supe entonces que iba a dejar de ser virgen con aquel chico.
Durante tanto tiempo deseé que se le descolgara la lámpara sobre la cabeza (...) deseaba simultáneamente que la lámpara la matase a ella pero que, como mucho, sólo lo hiriera con levedad a él.
Conduciendo de vuelta a casa, los vi a los dos parados en la mediana, me apiadé de ellos, me detuve y les hice un gesto con la mano para que pasaran. Cruzaron y el coche que iba por mi derecha, que no podía verlos, me sobrepasó y los arrolló a ambos. El hombre murió en el acto...
No aprendes y no quieres aprender, me gritaba, al final vas a convertirte en una analfabeta. Cuánto me gustaría ahora –si es que aún vive– decirle a aquel maestro que a pesar de coger mal el lápiz, y con mi mala letra incluso, acabé por hacerme escritora.
Yo pensaba en mamá, en qué hubiese dicho de saber que su hija, la lista, la licenciada, vivía en aquel tugurio. Sin embargo, en aquel momento, hubiese dado lo que fuese por cambiar mi suerte por la suya. Al menos ella era libre.