Los relatos reunidos en esta recopilación han conmocionado a los lectores más veteranos de libros de terror, porque no repiten ninguno de los tópicos del género y cada historia abre las compuertas a una forma inédita de espanto. La locura de La política del cuerpo, la perversión monstruosa de La condición inhumana, las imágines turbadoras de Revelaciones y la inquietante búsqueda de La Madona, entre otras narraciones, helarán la sangre a quien tenga el valor de aventurarse por las páginas de este volumen. Los Libros de sangre son un compendio de historias oscuras que se adentran en los sueños que se deslizan en secreto por nuestro subconsciente, aguardando para salir a la luz. Capaz de abordar tanto lo inimaginable como lo indescriptible, Clive Barker revive nuestras pesadillas más profundas y siniestras, creando visiones a la vez estremecedoras, conmovedoras y terroríficas.
Detestaba a los médicos, por eso no iba. ¿Quién en su sano juicio confiaría en alguien que hacía de hurgar en los enfermos su profesión?
En realidad, si le daban tiempo, sus poderes para racionalizar la verdad y convertirla en algo inexistente habrían ganado la partida
Eran las últimas horas de la tarde, y hacían programas para niños: un aire de optimismo fácil infectaba todos los canales. Miraba aquellas banalidades con los ojos, pero no con la mente, aprovechando el sosiego para encontrar las palabras que describieran lo que le había ocurrido
En su interior abrigaba la sospecha incierta de que en su vida había algo que no iba del todo bien (…) la sensación de estar aislado de experiencias ordinarias, de que se estaba convirtiendo más y más en un espectador de los rituales de la vida (…) en lugar de ser un participante
Y lo que resultaba más embarazoso, se había descubierto estrechando la mano de personas a las que no conocía de nada (…). Se dijo que no era nada más que el afán primitivo de aferrarse a otra persona en un mundo cambiante; esa fue la mejor explicación que pudo encontrar
En su paranoia también se descubrió mirando las manos de otras personas, y se fue obsesionando con el modo en que las manos hablaban un lenguaje propio, independiente de las intenciones de quienes las empleaban (…). Manos que traicionaban a sus dueños con cada uno de sus gestos