Corre el siglo XXIII. La sociedad, tecnológicamente muy avanzada, ha explorado el espacio exterior, pero no se ha encontrado vida inteligente. Ahora, desde una estrella en Acuario, llega una señal persistente. Hay una voz en el vacío del espacio... y la obsesión de Simeon Krug es responder a ella. Krug es un agresivo empresario muy astuto amasando dinero, y ha usado todo lo que posee para construir una torre que se alza en el Ártico canadiense. Cuando esté terminada, apuntará a Acuario y él podrá establecer contacto. En la torre trabaja una raza de androides que Krug, inventor incansable, ha fabricado. Y estos lo idolatran. Pero Krug es un soñador excéntrico, y solo piensa en terminar la torre y en su momento de gloria, sin saber que es Dios para sus androides... ¡y que un Dios nunca debe fallarles a sus criaturas!
De las mejores de su autor y eso ya es decir, una descripción de una sociedad del futuro lejano en la que los androides llegarán a ser conscientes de si mismos, como individuos, temas de gran calado ético y moral, tratados con la prosa efectiva y sencilla de Silverberg y sin una excesiva duración, ya lo dice el refrán, lo bueno si no es breve dos veces bueno y lo mejor un final abierto y misterioso, para hacer alguna secuela si se quiere
Emocionante novela que nos muestra un futuro muy realista. No existe la idea distopica convencional. Es una utopía androide y humana. La expectación por saber quien o que ha enviado dichas señales es apabullante. El final es muy inesperado. Pero al mismo tiempo intenso y grandioso. Silverbeg como siempre llevándonos a un mundo que nunca deja de sorprendernos con su realismo y su amplia gama de recursos narrativos.