La hermana mayor trabaja en una empresa frutícola, la menor padece una enfermedad grave que ha decidido no cuidar. Pero la mayor no se resigna y lucha para que cumpla con las prescripciones médicas. Frente a la rebeldía de la menor, empeñada en dejarse morir, la mayor no podrá sino preguntarse por qué negarle ese final que incluso ella ha deseado para sí. Pero ambas se encuentran atrapadas en una relación de dependencia mutua mediada por el imperativo de la producción eficiente, tanto de la fruta perfecta como del cuerpo saludable. Entretanto, la enfermedad se esparce como podredumbre alrededor de la fábrica y de los hospitales.
Esta novela expone a la medicina como una institución que se ha deshumanizado. También traza un paralelismo con la industria frutícola y su lucha contra las plagas, ya sean de insectos o humanas, que amenazan con dañarla. Cuenta la relación conflictiva entre dos hermanas: Zoila, que está enferma pero quiere decidir sobre su cuerpo y su enfermedad, y María, su hermana mayor, que quiere ayudar a salvarla, ofreciendo a cambio los frutos de su cuerpo en un pacto macabro con el Médico: “todas esas criaturas suyas trocadas por mi futuro”.Me parece un acierto su forma de retratar la realidad, exagerando y deformando rasgos y situaciones. Es como una caricatura grotesca que inquieta por lo cercana.Sin embargo, aunque el libro empieza bien, a partir de la segunda parte se ocupa más de la denuncia de ese sistema podrido. Lo que no estaría mal, porque está escrito para eso, pero lo hace descuidando los aspectos más humanos de sus personajes, que se prestaban para algo más intenso a nivel emocional. Y también descuidando la historia, que adquiere un ritmo desequilibrado y avanza a trompicones por una trama con huecos y cada vez más forzada.