Para disfrutar de un buen baile por alegrías, no hacen falta saberes. Para emocionarse con un taranto, una soleá o una seguiriya, tampoco. Tan sólo se precisa sensibilidad humana y artística. Si además se tiene intuición estética para las formas, se puede apreciar, aunque sea de una forma más o menos superficial e incompleta, la maestría de los intérpretes.