Al finalizar la guerra civil, los vencedores utilizaron el cine como uno de los instrumentos didácticos más eficaces de propaganda política a su servicio. Se incentivó desde lo más alto un modelo cinematográfico comprometido ideológicamente con el Régimen para potenciar más eficazmente sus consignas y, en un tiempo récord, se posicionó además al cine como la mejor, y más barata, oferta de ocio para los espectadores supervivientes de la guerra y también como el medio más eficaz y seguro para evadirse de la dura realidad.