CUENTOS DE LLUVIA Y DE LUNA

–Es un hombre que parece ser oriundo de las provincias de occidente. Alegando que se había rezagado de sus compañeros de viaje me pidió hospitalidad por una noche, y como tenía aspecto de ser un samurai y una persona fina, lo hospedé. Empero, esa misma noche fue presa de una alta fiebre que le impidió levantarse; me compadecí de él, pero ya hace tres o cuatro días que se encuentra en ese estado. No sabiendo siquiera de dónde viene, en verdad me siento desorientado, ya que a causa de mi imprudencia me veo en estas dificultades. Después de escucharlo, Samon dijo: Es una historia penosa. Juzgo muy natural vuestra inquietud, pero debe ser particularmente triste para esa persona verse atacada por esa enfermedad en un lugar donde a nadie conoce y mientras está viajando. De todos moу dos, me gustaría ver cómo se encuentra... El dueño de casa lo retuvo: —Dicen que estas enfermedades epidémicas son perniciosas y por eso ni siquiera me he atrevido a permitir que mis criados entren allí. Os ruego no acercaros exponiéndoos a ese peligro. Samon respondió riendo: —Como dice el refrán, tanto la vida como la muerte dependen de la voluntad del destino, ¿Cómo puede haber enfermedades que contagien?. Esas son supersticiones que dice el vulgo, pero que nosotros no podemos aceptar.